Morgan resopló, Merlin siempre hacia comentarios fuera de lugar o "chistes" de los cuales todos se reían, parecía que lo hacían más por compromiso que de corazón. No entendía de dónde nacía tanta curiosidad hacia su persona y sencillamente por la forma en la que aconsejaba al Rey era que le sentía como una amenaza. Si algún día quería tener realmente voz y voto, Merlin debía dejar de entrometerse.
— Nunca me he esforzado por ocultarlo. — Afiló ligeramente la mirada, Morgan estaba cambiando y todo lo que sucedía a su alrededor sin duda comenzaba a tener un impacto inesperado. Que se atreviera a tocarla de esa manera era algo que Morgan no iba a dejar pasar. — Que me toques es lo que me pone así de tensa...—

—A veces olvido lo caprichosa que puedes llegar a ser.— Y consciente o no, ella sabia exactamente como manipular al Rey, hacerlo pensar en ella, ¿sería un talento natural? La mirada de la Druida era de completa curiosidad. —Niña, no deberías preocuparte por la comida, con tu complexión no se te irá a las caderas.— Rió suavemente, aunque su expresión afable cambió cuando notó ese pequeño gesto de incomodidad en la Princesa. —Cualquiera diría que no disfrutas de mí compañía. Podría ofenderme por eso.— Caminó hasta colocarse detrás de ella, sus manos sobre los hombros de la doncella le impidieron ponerse en pie. —Uh... ¿Hay algo en especial que te tiene así de tensa, hermosa Morgan?— Sus dedos presionaron ligeramente la piel.

¿Era eso una invitación?, viniendo de Merlin podía esperar cualquier cosa y prefería no comentar nada que pudiera ser usado en su contra. Pero el tema pronto se enfocó en la ausencia de la princesa durante el almuerzo. — No tenía hambre. — respondió a secas y miró hacia la entrada de la biblioteca, no quería quedarse más tiempo con Merlin, menos si comenzaba a preguntarle cosas. — Sabe bien que si no tengo hambre, no acudiré. — Aunque la realidad distaba mucho de eso, el asunto iba más de la mano con la nueva reina.

—No pasas por alto ni un solo detalle, eso me gusta.— Se dirigió al libro que ella estaba leyendo y lo tomó entre sus manos. Con una parsimonia casi teatral lo abrió, y comenzó a pasar las páginas, mientras sus pupilas se movían al ritmo de la lectura, pasados unos momentos, volvió a mirar a la princesa. —En efecto, mi biblioteca personal es mucho más interesante, especialmente para alguien interesada en esta clase de... temas.— Magia antigua, más entre esas paredes no había más que historia y palabras superficiales. El hambre de conocimiento de la hermana del Rey era sin duda notable, tanto que se pregunto hacia qué camino la llevaría. —En realidad no soy yo quien te busca. Durante el almuerzo Arthur no hizo más que extrañar tu presencia, me preguntaba qué te había mantenido lejos de tu hermano siamés esta vez.

A pesar de no existir hostilidad por parte de Merlin, no lo sentía del todo honesto. La joven princesa suspiró, se recargó en el asiento dónde había permanecido largo rato leyendo y cerró sus ojos. — Sería problema mío ¿No crees?. — habló sin abrir los ojos. — No sueles visitar la biblioteca, tu misma dijiste que los libros de este lugar no tenían nada que enseñarte. Así que el hecho que estés aquí quiere decir que me buscabas. — Arrojó su suposición antes de levantarse de su asiento, tomar el libro que hace un momento leía y lo llevó hacia su lugar entre los otros libros.

—Amargo, por lo que veo.— A pesar de la respuesta hostil su buen humor no mermó, su sonrisa tampoco se borró de sus labios. Parecería que deseaba incordiarla a propósito, la realidad era que Merlin no tenía razones para responder de forma desagradable, en pocas palabras, le daba flojera. —¿Debo tener una razón en particular para desearte los buenos días, Morgan? Relájate. Si sigues frunciendo el ceño de ese modo, se te va a quedar así.— La reprendió como si se tratara de una niña.

No tenía que ser adivina, ni girarse para ver de quién se trataba. Su voz era más que suficiente para que, aquel buen humor de la mañana se esfumará. — ¿Necesitas algo? — le miró sobre su hombro, no podía ocultar lo poco que le agradaba, siempre holgazaneando y dejándole todo el trabajo a la princesa.

—¿Como amaneció mi precioso té de la mañana?— Sin siquiera dar indicios de su presencia antes de que su voz se escuchara en la biblioteca, se dirigió a la Princesa.