Las cosas habían cambiado, los planes de Morgan por supuesto también dieron un giro súbito con la llegada de Guinevere como Reina de Britannia. Pero la hechicera aún podía hacer uso del poder de la palabra que Altria había cedido a ella. Pero entrando en el tema de intelectos, algo debía haber en Guinevere, no podía ser tan perfecta y cuando la oportunidad se presentara, Morgan demostraría que siempre tuvo razón. — Si logra demostrarlo, entonces le daré la oportunidad. — asintió, sonriendo a la menor y guiñando su ojo viéndose un poco juguetona, contrastando con la seriedad que con mayor frecuencia le acompañaba.

Se encogió de hombros, desviando la mirada por un instante, ese gesto infantil le había hecho ver como la niñita que era hace varios años, cuando eran solo ella y Morgan en el castillo, jugando como hermanas sin saber que lo eran. —No se, no se... ¿Podría?— Decidió dejar la duda en el aire, en parte para provocar a su hermana un poco, más antes de despertar la ira de su orgullo, agregó: —¡Realmente no! Nadie podría vencerte, eres la mejor estratega de Britannia, sin importar lo que los veteranos digan.— Pues era inconcebible una mujer ('El Rey' era la excepción) opinara sobre estrategias de guerra y Altria no solo la mantenía en el Consejo, sino que le había dado voz y voto. —Pero, si demuestra que puede estar a la par de tu astucia... ¿Le darías una oportunidad?

¿Una prueba?. Gaius era sin duda hábil e inteligente cuando de estrategia se trataba y solo Morgan había logrado mantenerse a su nivel, la propuesta llamó su atención, su hermana había logrado dar en el clavo al proponer esa prueba para la Reina. — ¿Y tú crees que podrá vencerme? — su orgullo se hizo presente, Morgan no era una mujer que diera tregua y el hecho de que su hermana pensará que Guinevere podía vencerla atinó directamente al orgullo de la hechicera quien no se dejaría vencer tan fácil. — Bien, que me demuestre de lo que es capaz. — añadió levantando el mentón con soberbia.

Era lo que quería ver. Esa preciosa sonrisa. También sintió calma en su corazón, aunque su hermana sonaba por demás caprichosa y ella misma había dicho que todos en Camelot debían cumplir con su papel y obligaciones, no podía evitar engreírla un poco. Asintió a aquélla exigencia. —Hablaré con ella, y si no funciona, asignaré a alguien más para que la acompañe. ¿Sabes?— Se levantó, y aún sin soltar sus manos, se sentó a su lado. —He escuchado que es buena jugando ajedrez, por lo que me han informado, no le dio tregua a Gaius cuando la retó. Podrá demostrarte que es lo suficientemente inteligente si logra competir contra ti.— Y tal vez así, se ganaría un poco de respeto por parte de su exigente hermana.

Le miró atenta y cada palabra lograba calmar a la princesa. Cerró sus ojos un momento sintiendo los labios de su hermana sobre sus nudillos y sonrió, fue una sonrisa de alivio, quizás algo que deseaba escuchar, una promesa a final de cuentas. — Es difícil para mí y lo he intentado, deberías pedirle que también ponga de su parte en lugar de lamentarse todo el tiempo. — apretó sus labios. — Prométeme que si no funciona no me dejaras a su cargo, soy tu consejera no su niñera.

—Hermana...— No tomó asiento junto a ella, más clavó una rodilla en el suelo, sujetando sus manos como si hasta ese momento sus ojos se abrieran a darse cuenta de que la había obligado a hacer algo que la hacía sentir miserable. —Te elegí a ti porque eres generosa y bondadosa, creo que eres la indicada porque sabes como funciona la corte, sabes exactamente qué decir y cuándo debes decirlo, conoces cada detalle a la perfección, y pensé que podrías tomar a Guinevere bajo tu ala...— Dibujó una ligera sonrisa en su rostro, antes de acercar las manos de la doncella a sus labios. —Sabemos lo que habría pasado si hubiese dejado a Merlín a cargo de ella.— Suavemente besó sus nudillos, como si le pidiera disculpas. —No voy a desplazarte, Morgan. Este es tu hogar, este castillo y este jardín y todo lo que hay en ellos es también tuyo. Siempre tendrás tu lugar, a mi lado... no deseo cometer los errores de nuestro padre.

Había permitido que sus emociones fluyeran más de la cuenta. Morgan apretó ligeramente sus puños y suspiró para relajar la tensión en su cuerpo, caminó hasta aquella fuente en el jardín y se sentó apoyando sus manos en la misma.
— No me refería a eso. — pero evadir aquello no sería útil, su hermana iba a insistir hasta tener una respuesta. — Es difícil verte con ella y es aún más difícil ver qué tus responsabilidades te mantienen lejos y quieres que yo la cuide, yo sea su sirvienta todo para que se sienta feliz...¿Pensaste en que eso me haría feliz a mi?. Pudiste pedirle a Merlin, yo no soy la indicada porque no puedo entablar una charla con ella...es incómodo.— De encogió un poco en su lugar agachando ligeramente la cabeza. — algún día me vas a desplazar tal y como Uther lo hizo.

Dejó que Morgan se soltara de su brazo, mirándola alejarse por unos instantes. Era frustrante, a quien una vez había sido una niña considerada y empática, cada vez le parecía más difícil comprender los sentimientos de las personas, no podía evitar sentir que cada paso que daba para hacer felices a quienes le importaban era errado, pues su hermana había dicho cosas que le habían causado ruido... "no todos podemos..."

Altria apretó ligeramente los labios, avanzando un poco más rápido para dar alcance a la doncella.

—¿Quieres decir que tampoco tú eres feliz en Camelot?— Preguntó con imprudencia, pero también con preocupación.

Morgan suspiró, una parte de ella quería estallar y reclamarle a su hermana por insistir con el tema pero a final de cuentas lo que pensará o sintiera Morgan no tenía valor alguno y así era como las promesas de su hermana comenzaban a perder valor. Miró con seriedad hacia el frente, una mirada fría y vacía. — No es un lujo ser Reina, tiene responsabilidades y debe tomarlas. Debes hablar seriamente con ella respecto a eso, no todos en este lugar podemos ser felices hermana. — Soltó su brazo para adelantarse un poco, no quería hablar más del tema.

Aquella propuesta no era una opción. Britannia necesitaba una Reina. Para la realeza el matrimonio por amor era un lujo, cada pieza de ese tablero tenía un papel que cumplir, y Guinevere lo hacía con gracia y virtud, pero era verdad que no podía ocultar del todo sus sentimientos. —Es joven, se que lo intenta.— Se quedó pensativa durante unos momentos, antes de sujetar a su hermana con un poco mas de firmeza. —No puedo.— Respondió secamente. —Pero al menos me gustaría que este castillo se convirtiera en su hogar, que estuviera cómoda y feliz con su vida aquí.