—Merlin no tiene remedio. — ¿Dónde había quedado el brillo de una mirada impaciente y llena de ilusiones?, De la batalla había regresado un Rey firme y decidido, la diferencia de estaturas era más que evidente pues la joven hechicera debía levantar su mentón para encontrarse con la de su hermana. De verdad había cambiado tanto. Pero fue su confesión lo que la hizo sonrojar, sonrió y negó con su cabeza antes de apoyar ambas manos sobre los hombros de la menor. — Yo...— ¿Que podía decir?, la había dejado sin palabras, sus manos recorrieron sus brazos y después se abrazó a ella apoyando su cabeza en su pecho. —Extrañaba esto...tu compañía, tu protección. —

—Ya veo... Así que mi consejero real desapareció otra vez y te dejó a tu suerte. Ese hombre insolente va a escuchar a su Rey.— Aunque aquéllas palabras no iban cargadas de enfado ni de cualquier otro sentimiento negativo, incluso podría parecer que Altria estaba bromeando respecto a las constantes y misteriosas ausencias de Merlin. A fin de cuentas nadie podía hacer nada para controlar al hechicero. Tomó la mano de Morgan con la izquierda y la hizo dar una grácil vuelta. Su danza era hermosa y delicada, solo acentuaba la gran belleza que poseía y no hacía más que aumentar con el paso de los años. Después la volvió a tomar de la cintura, atrayéndola a su cuerpo. —Si puedo confesarte algo... Tu rostro fue lo que más extrañé mientras estaba en batalla. Y ahora no soy capaz de dejar de contemplarte.

—Desde que tú orden fue clara no tuve problemas, tuve apoyo en mis decisiones. Aunque me incomodaba el silencio y ausencia por parte de Merlin. — Tenía que levantar su cabeza para poder verle, ahora era ella quien le miraba desde abajo y en esos brazos fuertes pero gentiles había un refugio que la hechicera no podía encontrar en ningún otro lugar.
—Es bueno tenerte de vuelta, hermana. Me alegra que hayas vuelto con bien y victoriosa. —

-Han pasado varios años, Morgan... Has cuidado bien del reino por mi. Camelot no podría pedir a una mejor Princesa. Solo espero que Merlin no te haya dado muchos problemas.- La batalla había sido dura, muchos buenos hombres habían caído, pero Britannia no podía permitirse perder uno solo de sus territorios, ni el Rey uno solo de sus aliados, y a pesar de que había sentido que el alma volvía a su cuerpo al declararse victorioso, solo entre los brazos de su hermana había encontrado la paz.

Pero ella tenía razón. Su cuerpo era distinto, ahora era más alta que ella y podía guiarla mejor al bailar. En esa larga ausencia había dejado de ser una niña pequeña e ingenua. Esa batalla le había mostrado la realidad, la crueldad, y quizás, por primera vez, el miedo.