El hilo de sus pensamientos con respecto a su cicatriz fue cortado de inmediato por el tacto de la Duquesa, la azabache levantó la vista y sus almendrados ojos de tonalidad carmín mostraron ese brillo de agradecimiento, ese mismo que le enseñó a Chordeva desde el primer día que fue rescatada ─ My lady, usted me ha hecho más fuerte y me ha enseñado a darle un buen uso a mis poderes ─ No ahondaría en lo que su belleza respectaba, pues sí su ama podía ver tantas cosas maravillosas en ella, Zœel hallaria la fuerza para autovalorarse como es debido conforme confiaba más en sí misma.

Le parecía tierna la manera en la que Zœel no era capaz de notar su propia belleza que era aclamada por más de uno en Malebolge. Estuvo a punto de decir algo cuando notó el modo en el que dirigía su tacto hasta aquella cicatriz que a sus ojos era atractiva, como una fisura en la obra de arte que era su fiel seguidora. Una fisura encantadora. — Recordatorio de tu fuerza, por ello no merma tu atractivo. Lo aumenta ya que no hay nada más atrayente en una mujer que su espíritu. Eres una sobreviviente, no lo olvides. — Lentamente dirigió su diestra hasta la muñeca ajena, interrumpiendo lo que hacía.

— ¡My Lady!, podría atreverme a decir qué las apariencias engañan. He sido creada con éste fisico medianamente agradable, de ninguna manera podía compararme con las verdaderas bellezas del infierno y mi recordatorio...— Llevó sus finos y largos dedos hacía su pomulo derecho en dónde con la yema de sus dedos acarició aquella cicatriz qué rompia la continuidad de su nívea piel que parecía tallada por el mismo marfil.

Es increíble que a pesar de vivir en el infierno no pierdas la ternura en tu mirar.