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- Antes de que llegara el amanecer, se levanto de su cama y se vistió ella sola, aunque no pudo hacerlo del todo bien, estaba decidido/a a castigar a Jamil por haber roto su palabra y desobedecerle al haberse ido a dormir a su habitación dejalo solo. Salio lo más silencioso y cuando llego a la habitación de Jamil este estaba dormido. Susurro un pequeño conjuro a su oído mientras sujetaba un mechon de su cabello. Cuando despertara encontraría el mismo infierno por su desobediencia. -
 
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Sus réplicas le entraron por un oído y le salieron por otro; detrás de ambos, cerró la puerta de la habitación con seguro y se volvió a verla. Echó un vistazo breve a sus ropas, podía ver el pantalón mal colocado, los botones de la camisa muy mal hechos, el escote que se asomaba, hasta la banda de su cabeza estaba desacomodada. Retiró esta última dejando sus cabellos libres. En lugar de vestirla, la desvestiría. —Fuiste un terco, Kalim. Y debo enseñarte por qué no puedo estar cerca de ti. —Le sacó los abrigos, le deshizo los botones de la camisa y también el pantalón, dejando que el último le resbalara por las piernas. La abrazó de la cintura y la alzó para que el rostro de ella quedara a su altura y la recostó de espaldas a la pared.

No perdió tiempo en juntar sus labios y arrebatarle un beso; no uno inocente, ni superficial, uno profundo e íntimo, con sus manos tomándola sin pudor. Debía entender que no era una tontería, era todo eso lo que contenía. (+)
 
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