Se sorprendió de verle llorar de aquella forma; no era la primera vez que lo veía así, pero sí que lo veía llorando tanto y le atribuyó todo aquello a la fiebre. Aprovechó que Kalim hablaba para alcanzar la cuchara, todavía sosteniendo sus muñecas con su otra mano, y le dio la medicina en medio del milésimo "eres malo conmigo" que Kalim le había dicho en su vida. Seguramente, cuando volviera en lucidez, todas esas alucinaciones quedarían en el olvido.