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El tacto sobre los pechos de Kalim terminó de endurecerlo, incluso si fue sólo unos segundos, porque se encargó de recuperar su mano, usando la otra para deshacer el agarre de Kalim. —Basta, Kalim, maldita sea. —Tenía que bajarle la fiebre a como diera lugar. Corrió hacia su habitación, que estaba al lado y buscó un jarabe para ello. No le daba medicamentos reales a menos que fuera una emergencia y esa lo era, tanto por Kalim como por él mismo.

Abre la boca. —Le dijo, buscando abrir su boca con una mano, mientras la otra sostenía la cuchara con el jarabe, listo para dárselo.
 
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