Toda esa situación le estaba carcomiendo el corazón. Sabía que Jamil no tenía culpa de nada pero lo mejor era mantenerlo alejado, al menos hasta que todo quedara en el olvido, pero a pesar de ser conciente de todo eso no podia evitar derramar lagrimas de tristeza. Solo podía sentarse cerca del balcón de su habitación y ver el vacio, tratando de pensar en como lidiar con esa situación.
No quiso forzarle a descubrir su rostro o a mirarlo, sabía que Kalim estaba teniendo suficiente malestar con su presencia allí. Sin embargo, no se retiraría y tampoco soltó su mano. Lo miró en silencio, pesaroso, por unos segundos.
—Así es, me liberaste. No estoy aquí por mi trabajo, Kalim... tampoco quiero protegerte sólo por trabajo. No puedo dejar que nada malo te ocurra, porque no quiero que eso pase. Eres mi mejor amigo, ¿no? Antes que todo lo demás... —Bajó la mirada. Había pasado varios años desde que lo había llamado de esa manera. Él mismo se había forzado a dejar de considerarlo su mejor amigo, pero había sido estúpido de su parte. Kalim no tenía la culpa de muchas de las cosas que ocurrían y él nunca había querido hacerle verdadero daño.
Volvió a alzar la mirada, buscando la de él. —Mírame, Kalim... no me voy a ir de tu lado, sin importar qué, así que será mejor que dejemos esto que intentas para alejarme.
