— ¿Hambre? Un poco… — se llevó la mano al estómago. Últimamente no le daba demasiada chance a comer, puesto que se ocupaba con los encargos de Jyūbei. Moroha entornó la mirada a su padre y volvió a asentir.
Las comisuras de sus labios se estiraron, dándole un énfasis especial a sus colmillos caninos. El hanyou asintió con orgullo, dando un par de palmadas al mango de Tessaiga, sin razón aparente.
Tras terminar de fulminar el arco, que fue un regalo de Kagome para su hija, su mirada amielada se paseó por los atuendos de la menor y luego por su rostro, reparando en sus pequeños colmillos; parecidos a los suyos. Era demasiado parecida a él.
