No estaba impresionada únicamente, sino que también profundamente conmovida por la forma en la que InuYasha había aprendido a desenvolverse con ella; no sólo como un igual, sino como un padre comprensivo y protector.
Pudo percibir desde donde se hallaba, a tan sólo un metro de la escena, cómo el rostro de su niña se compungía a través de todas esas emociones. El instinto maternal le pedía a gritos que la acobijara entre sus brazos, mas no lo hizo... Comenzaba a comprender el carácter tozudo que Moroha había forjado y el hacerlo habría supuesto resquebrajar su orgullo; de ningún modo deseaba dañarla.
—Repararé esto, ¿te parece? —había recogido de la orilla el trozo desinflado de plástico que alguna vez fue una pelota. Quizá no podía rearmar los años perdidos, juntar su corazón y ponerlo de vuelta en su lugar, pero había algunas pequeñas cosas que aún podía hacer por ella con toda la dulzura del mundo—. Volverá a estar como nueva, lo prometo.
Moroha ve a Inuyasha acercarse y cree que le dará alguna clase de reprimenda. Movió un pie atrás, lista para saltar lejos del castigo, pero quedó sorprendida al quedar envuelta en la prenda superior de su padre. En realidad, poco deseaba retarlo, pero admitía en sus adentros no estar acostumbrada a la presencia de ellos dos, no después de tanto tiempo.
Tensó el ceño e hizo de su gesto un claro ejemplo de molestia, confusión y hasta tristeza. Tuvo que arreglárselas sola desde niña; ¿qué tanto les costaba confiar en su fuerza?
Mantuvo firme su semblante y esa mirada severa sobre la chiquilla. Si bien no estaba haciendo nada "malo", esa actitud competitiva y desafiante que la mayoría de veces tenía hacia él, no iba.
— Moroha —descruzó los brazos. Mientras avanzaba nuevamente hacia la chiquilla, empezaba a deshacer los nudos que afirmaban su haori rojo a su cintura. Una vez que aflojó su prenda, se la quitó—. Debes comprender dos cosas: soy tu padre —comenzó a explicar sin malear el tono de su voz; esta vez no sonaba infantil ni juguetón: sonaba como un adulto—, y todo lo que te digo es por tu bien. Sé que sabes cuidar de ti misma, también sé que eres más fuerte que yo —añadía con calma, pasándole su gran prenda de Rata de Fuego alrededor de los hombros—. Pero también me corresponde cuidarte. Y eso es lo que debes comprender, que ya no estás más sola. Nos tienes a mamá y a mí.
—Moroha, por favor, escucha a tu papá —intentó mediar entre ellos. En circunstancias normales defendería un poco más la libertad de su pequeña; las costumbres de su época eran más liberales después de todo. Sin embargo, justo en ese momento...— No sabemos qué intenciones tiene ese sinvergüenza. Aunque puedas defenderte sola, sólo por esta vez intenta escucharnos.
Entrecerró la mirada. La naturaleza competitiva de Moroha mantuvo en sincronía el aire temerario de ambos; ¿por qué obedecerlo? No estaba haciendo nada malo y sabía perfectamente cómo cuidarse sola. — Dije que no. —
Claro que no era Shippo. El zorrito nunca se reventaba. [?]
Avanzó con mirada firme hacia la menor — No te estoy preguntando —elevó una ceja, se mantenía en la misma postura de brazos cruzados que la menor. Hablaba con severidad—. Después podrás jugar todo lo que quieras —le incomodaban las miradas morbosas. Ni siquiera podía vencer a los malditos pervertidos sin saber quiénes eran.
