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User1576008 · 26-30, M
Ciertamente la seguía escudriñando con sus ojos color miel, tan indiscreto y casi invasivo. Además le gusta la mezcla de olores que la menor emanaba. Escuchar ese "me parezco a ti" infló su pecho de orgullo, y se reincorporó cuando creyó conveniente terminar la inspección. Colocó una palma sobre la cabecita de la azabache, despeinándola con ternura, aunque tal gesto pudiera molestarla, como de costumbre.
— ¿Qué es lo que no comprendes? —quiso saber. Ahora él encontraba su naturaleza reflejada en ella, y no sólo en lo físico; parte de su espíritu vivía en ella—. Eres mi hija —añadió luego de verla rascar su oreja tal y como él lo hacía. La sangre era fascinante—. No si soy bueno en esto, pero quiero que vivas bien.
— ¿Qué es lo que no comprendes? —quiso saber. Ahora él encontraba su naturaleza reflejada en ella, y no sólo en lo físico; parte de su espíritu vivía en ella—. Eres mi hija —añadió luego de verla rascar su oreja tal y como él lo hacía. La sangre era fascinante—. No si soy bueno en esto, pero quiero que vivas bien.
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