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¡No, mamá!
 
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Fue capaz de intuir, tan sólo con esa interrogante, que Moroha se opondría a cualquier actividad que no implicara rebanar y comerciar con las extremidadea de algún que otro yōkai rebelde. Debía ser astuta si no quería verla huir dentro de los próximos minutos decisivos.

Bueno... Es probable que debamos sellar, purificar o exorcisar a alguna criatura —expuso, bastante orgullosa de su labor. Era una responsabilidad grande que había decidido asumir con la aldea desde que aquella Era se había vuelto su hogar. No era una mentira, pero cierto era también que rara vez se presentaba una ocasión como tal cuando simplemente iba al campo a recoger hierbas medicinales... Detalles que podría omitir hasta llegar allí—. Podríamos aprender la una de la otra —aquello tampoco era una mentira.
moroha · F
Temía que su reputación como cazarrecompensas se hiciera añicos debido a los mimos de Kagome. Por suerte, ningún yōkai andaba cerca.

Todavía le resultaba inusual tantas atenciones por parte de Inuyasha y ella, mas no se oponía a recibirlas. Era cuestión de acostumbrarse.

¿Haah? ¿A dónde iremos? ¿Debo cazar un demonio? — Se llevó ambos brazos cruzados tras la nuca.
Estaba masajeándole las mejillas con gran devoción maternal, como si fueran dos pequeñas medusas adheridas a su carita. [?]

Sólo estoy feliz de que pasemos tiempo juntas —la liberó de sus manos, enderezó el moño que contenía todo su cabello y acabó por sellar sus quejas plantándole un suave beso en la frente—. ¿Te gustaría acompañarme hoy? —las tareas diarias de una sacerdotisa quizá podrían llegar a ser algo tediosas para la hiperactividad de una niña como Moroha, pero allí estaba dejándole su invitación de todos modos; nada le hacía más ilusión que una pequeña tarde madre-hija.

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