Estaba lista -¡más que sólo lista!- para soltarles una reprimenda extensa y bien ensayada acerca de la carencia de modales que ambos exhibían, sin embargo, la reacción efusiva que InuYasha había tenido al verla consiguió hacerle olvidar, para fortuna tanto de padre como de hija, el reproche venidero del que seguro más tarde no podrían escapar; pero, por el momento, estarían a salvo de sus gritos.
Una media sonrisa reemplazó el mal humor cuando quedó aferrada a sus hombros tras aquella voltereta aérea que le había dado.
—¿Cómo? ¿Atrapar un astronauta? —no estaba segura exactamente en qué instancia de la conversación había arribado, pero aquella idea en labios de su niña... ¡era una locura!
Una mirada suspicaz se posó de inmediato sobre el albino—: ¿Qué le estás enseñando, InuYasha? —no podría llevarlos a su época si habían pactado alguna insensatez de esas.
— Eso quiere decir que son criaturas especiales. ¡Quiero atrapar un astronauta! Seguro Jyubei me dará una bolsa repleta de oro. — El buen ánimo embistió a Moroha, como una fuerte ola arremetiendo contra la playa. Sorbió lo último que quedaba en el tazón; los modales no existían en la ausencia de Kagome{?}, pero en cuanto la vio llegar, apartó las manos de la sopa instantánea. Si iban a regañarla, al menos cedería la fuerza del regaño a Inuyasha tras echarle la culpa.
No supo si seguir abordando el tema. Fue notorio el cambio de actitud en Inuyasha, y aunque no alcanzaba a comprender la magnitud de sus palabras, mostró la mejor de sus actitudes y le sonrió. Pensó que con eso despejaría lo que su padre estuviera pensando.
Entonces, en un cambio de aire muy drástico, Moroha presenció la actitud medio infantil del híbrido. La shinhanyō interrumpió el viaje de fideos del tazón a su boca para bosquejar una mueca incrédula en su faz. ¿Seres que vienen de las estrellas? Ni siquiera las historias de Towa rayaban en lo ridículo. {?}
[...] Tras muchos ademanes que insinuaban criaturas colosales y señalaban el cielo y sus alcances, terminó por señalar las envolturas de todo lo que acababan de tragarse juntos. Y por supuesto que se inventó todo lo que acababa de contar, pero era su oportunidad de impresionarla sabiendo cosas que Kagome aún no le explicaba... aunque sintió el sudor frío acompasado por la voz de la sacerdotisa.
— ¡Al fin llegaste! —después del regaño y de ponerse en pie de un salto, corrió a tomarla en brazos. No cabía de la emoción ahora que los tres estaban juntos de nuevo, después de tantas horas de espera— ¿Ya nos vamos? —tal fue su alegría que la levantó del suelo y le dio un par de vueltas en el aire.
[...] Los amargos recuerdos de su infancia lo habían marcado con tristeza e inseguridades. De ninguna manera habría deseado que su propia hija sufriera los mismos traumas por ser diferente a los demás. Eso le habría roto un corazón que terminó de reconstruirse el día que ella nació.
— Pues un astronauta es... —aprovechó el cambio de tema para aferrarse a éste y de paso despabilarse un poco. De hecho se reincorporó, adoptando una posición de loto como era su costumbre cuando intentaba relajarse o simplemente esperar. Hacía ya muchos años de que Kagome le explicó lo que eran los astronautas, pero como más le interesaba más la comida que el nombre no había puesto mucha atención. Sólo le quedaba una leve noción de ello— ¡Es un ser que viene de las estrellas! Se transporta en un animal gigante como una ballena, y dentro de ella esto es lo único que puede comer.
En cuanto se terminó el último bowl que le "correspondía", el híbrido se dejó caer de costado sobre el piso. Apoyó la mejilla sobre una de sus palmas.
— Es porque en su mundo no es común encontrarse con... criaturas como yo. Para evitar llamar la atención tu madre y tu abuela me hacían usar algo en la cabeza para poder deambular por las calles —le contaba a la menor mientras repasaba sus dientes y colmillos con la punta de una de sus garras, removiendo así los restos de comida. El siguiente comentario de la pequeña le produjo un notorio cambio en su expresión, incluso el tono de su voz se volvió más agudo, tan melancólico como el suspiro que escapó de sus labios—. Yo pienso que eres perfecta así como eres. Heredaste los mejores rasgos de tu mamá —una sonrisa débil, pero orgullosa se trazó en su rostro. [...]
Si el sonido pudiera ser capaz de materializarse hasta formar un sendero, aquel que la conduciría hacia InuYasha y su hija sería uno pegajoso y espeso como un pantano; un cuchitril completamente embebido en fideos y caldo de pollo...
—Les dije que esperaran por mí, no que inundaran la casa de olor a noodles... —hablaba con una mano cerca de su rostro, presionando su nariz para escapar del aroma a comida rápida. A veces no era capaz de establecer ni siquiera siete diferencias básicas entre ellos.
Moroha sorbió los fideos al compás de Inuyasha. Es innegable el parecido entre ellos, sólo que Moroha llegaba a comportarse igual de entusiasta que Kagome. — ¿Por qué debes esconderlas? ¿Le parecen feas? Yo creo que son adorables. Debiste heredarme eso — Entrecerró los ojos a forma de reclamo. Se hizo de un rollo de fideos que llevó a su boca sin piedad. El caldo, la suavidad de la pasta y las especias daban un sabor único que difícilmente hallaría en esa época.
— ¿Un... astronauta? — Echó a volar su imaginación. Towa también había mencionado la existencia de esos seres, mas nunca explicó qué eran. — Debe tratarse de un super humano. Uno diferente a los demás y por eso comen comida especial. O...¿serán un demonio? No he visto a mamá comer de esto. ¡Debe ser comida de demonios! — La verdad, quería inquietarlo.
— Dijo que sólo por esta ocasión no tendré que ocultar mis orejas —presumía mientras salpicaba y hacía todo tipo de ruidos vulgares al sorber los noodles—, detesto usar esa estúpida gorra. Me da comezón —el resentimiento se notó en su voz, aún cuando sus labios escurrían. Una de las ventajas de la ausencia de Kagome era que nadie los regañaba por hacer ruidos al comer, pero eso no quitaba cuánto la echaba de menos.
El peliplateado estaba demasiado concentrado en su siguiente bocado, aunque aquella mención sobre los astronautas lo hizo interrumpir su alimento por un segundo, elevando así una mirada llena de inocencia hacia su pequeña.
