En ese momento, todas las palabras que estaba diciéndole ya le parecían más un ataque que un deseo por explicarse, y lo entendía. Fue por eso que no lo interrumpió en ningún momento, dejando que se desquitara todo lo que él necesitara. Desvió los ojos hacia la nota que escribía antes, tomándola para doblarla cuidadosamente y colocarla dentro de un sobre blanco, que dejó sobre su escritorio.

—Tranquilo. Ya no debes preocuparte por el problema que te supongo. —Susurró en un tono suave, ronco. —Lamento que las cosas fuesen de esta manera; pensaba que podría superar lo que vivi aceptando que entraran en mi vida de golpe como entraste tu, algo que normalmente no hago porque me parecía incorrecto. Ahora veo que en realidad lo es.

Se encaminó hacia la puerta del consultorio, mientras se retiraba la bata, su credencial, y todo lo que la distinguía cómo médico. Incluso dejó su cartera en el lugar, antes de caminar hacia afuera como un zombi. [...]