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─ ¡Ah! No había captado, estaba un tanto embobado con tu sonrisa, Angie. Bueno, soy supervisor de zona en una empresa extranjera. Yo me encargo de ver que todo salga bien en las transacciones en esta ciudad. No puedo decir mucho, pero tú sabes que no son gente del todo buena ─ dijo sin tapujos. Se sentía cómodo charlando con la mujer. Por ende, sentía que no debía endulzar tanto las cosas.

─ Tienes razón, no tengo una pareja cómo tal. Verás, es difícil encontrar a alguien que aguante un ritmo de vida tan pesado cómo el mío. Que seamos afines, que no corra peligro por culpa de mi trabajo, etc.─ suspiró mientras balanceaba en círculos la copa en su mano mirando la mesa. Después de unos instantes, elevó la mirada nuevamente posándola en la joven frente a él.─ Supongo que también afecta lo acostumbrado que estoy a mi libertad. No creo que sea el mejor camino, pero es el que tengo a mi alcance.
—Me refería a lo que hacía para vivir.

Había dado un sorbo pequeño al vino, sin poder evitar hacer una sutil mueca por el choque de gustos; quizá por el frío. Quizá porque no había bebido más que agua y jugo durante quien sabe cuanto tiempo, exceptuando un vodka casero que le obsequiaron en Kiev. Contempló sin mayor gesto cuando tomó de su lasaña del plato, algo que le había pasado antes en ese lugar, por lo que creyó una costumbre local.

—¿De ese chico? No lo sé, hace tiempo que no sé de él. Así de relevante soy en su vida. —Probó nuevamente su lasaña. —Pero es historia pasada, jamás me quedo el tiempo suficiente en un lugar como para atarme a algo o alguien. Imagino que usted no debe tener pareja, sería extraño que invitara a alguien a cenar con la promesa de repetir, si fuera así.
El hombre dio un bocado a sus alimentos una vez que la mujer comenzó a hablar.

─ Vaya, quizás se hería para visitarle más a menudo ─ soltó en son de broma mientras sonreía.

─ Según yo, sí respondí la pregunta. Si necesitas una respuesta más directa, la respuesta es no; no pareces una chica con quien sea necesario aparentar cosas que no son.

Tras observar esa bella sonrisa en los labios de la mujer cuando probó su lasagna, el hombre devolvió aquel gesto con una en los propios labios.

─ ¿Y qué pasó con el chico que te gustó?, ¿fue recíproco el sentimiento? ─ preguntó y bebió de nuevo de la copa.
—No sabría contestar esa pregunta. —Miró el platillo que le habían llevado, una lasaña demasiado espléndida para su vista. —En una ocasión me gustó una persona que corrió con suerte al que le salvé varias veces la vida.

Sin más probó el platillo, un poco ansiosa. No pudo evitar sonreír cuando lo degustó, pues sabía mejor que cualquier otra que había probado; comió, tratando de verse no tan ansiosa, para luego dar un sorbo cuidadoso al vino helado. Extraño en temperatura, pero bueno en su paladar.

—No me ha contestado lo que le pregunté. Una pregunta por otra pregunta.
El camarero regresó una vez más con la mesa con rueditas, con los platillos solicitados. Repartió los platillos, los cubiertos y les deseó un buen provecho. Acto seguido, se retiró nuevamente.

─ Buen provecho ─le dijo el varón sonriente.

Volvió a beber de la copa, miró a la dama y respondió a sus cuestionamientos.

─ Un hombre siempre quiere verse bien ante una dama. ¿Será que les tenemos idealizadas? Cómo no puedo hablar en nombre de todos los hombres, hablaré por mí mismo. Quiero dar una buena impresión, y no solo la de un tipejo que corrió con suerte a quién le salvaste la vida; eso debe ser demasiado común en tu vida. ¿Acaso te sentirías cómoda saliendo a algún sitio con alguien así? ─ bebió de la copa otra vez después de la pausa.

─ Ha dicho que piensa acceder nuevamente a salir conmigo. ¿A qué se debe?, ¿Qué es lo que le llama la atención de mí?─ tomó los cubiertos y dio un bocado a su comida ─ Mamma mia, è delizioso.─ volvió a beber.
Se quedó un poco confusa por sus palabras. No bebió a primeras el vino, sabiendo que probablemente el alcohol se le subiría pronto si no tenía nada en el estómago (y no había comido nada en horas), decidiendo esperar hasta que trajeran los platillos.

—¿Aparentar? ¿Parezco una persona con la que deba aparentar? —Se impresionó considerablemente con esas palabras. —Siempre me ví como alguien muy común, con quién no era necesario aparentar o impresionar. ¿O es que me veo así? —Se notó sinceramente intrigada con aquello.

Seguía creyendo que tal vez ese hombre la tenía en un concepto equivocado, o ella misma lo estaba proyectando sin querer.

—Creo que accederé a volver a salir con usted. —Entrecruzó sus propios dedos sobre la mesa. —Me está diciendo cosas bastante interesantes sobre mi misma que no había pensado. —Le observó detenidamente. —Bueno, usted sabe a lo que me dedico, quizá es hora de que usted me cuente un poco de si mismo.
— Lo comprendo. No es necesario darme explicaciones, cada uno tiene su manera de retener la información necesaria. Claramente yo no estoy dentro de su radar cómo alguien relevante, Angie — dijo con un tono comprensivo.

Terminó de servir las copas y ofrecía la que le correspondía a la mujer con una sonrisa en los labios.
— Sé que es raro beber un vino frío, pero no sé de éstas cosas, solo quería aparentar que tengo caché — dijo riendo y guiñando un ojo.

— Me parece una persona Interesante, Angie — dió un sorbo a su copa.— Prometo que una siguiente cita no será tan desastrosa — acompañó sus palabras con la mano derecha levantada.
Tenía un poco de frío, y se extrañó un poco de ver un vino helado... Alzó sutilmente las cejas, como si lo pasara a un lugar irrelevante. Se mantuvo en silencio unos momentos, mientras se decidía a servir la bebida en las copas, sin poder evitar poner suma atención en la manera en que lo hacía, una costumbre que nunca había podido quitarse.

—Eso me deja como una completa desalmada con mis pacientes, ¿no? —Susurró, dejando su rostro apoyado sobre su propia mano, volviendo a mirarlo con detenimiento. Comenzó a guardar en su memoria sus facciones, puesto que le había dicho que querría volver a verla. —No es normal que mis pacientes vuelvan, me dedico solo a las urgencias, así que no suelo guardar muchas caras, quizá solo... Las importantes. Usted me entiende.
─ Oh, no, no. Espero que no vea esto cómo un secuestro, por uno de esos sí cobro...─hizo una pausa breve y se echó a reír.─ Estoy bromeando. Verás, es difícil para mí olvidarme de un rostro, pero me es más difícil olvidarme de una promesa. Quizás no sonó de esa forma aquella ocasión en su "clínica", pero lo decía en serio, ya lo ve.

Justo en ese instante se acercó Luigi a la mesa, con una mesa con rueditas, colocó en medio de la mesa de los comensales dos copas de vidrio, una cubeta con hielo y dentro de ella, la botella de vino.

─ Solo descorcha, Luigi. Yo me encargo de servir las copas. Te lo agradezco ─ mencionó sin apartar la mirada de la mujer, mientras en el semblante del varón se percibía una sonrisa entre labios.

El camarero asintió e hizo tal cuál se le había pedido y se retiró nuevamente rumbo a la cocina.
No supo que decir, se limitó a contener un poco la sonrisa que se le escapó cuando escuchó lo de si era malo, aún no tenía la confianza suficiente para bromearle con algo así.

—Estoy bien con el vino, gracias. —Exclamó, en un tono ya no tan rígido como antes. La pastilla estaba haciendo efecto. —Solo bebo café por las mañanas, por lo que le he dicho. Y no nos hemos visto en más de un mes, en realidad. De hecho, no lo recordaba del todo hasta que lo ví en el vehículo... Y aún así, tuve dudas. Tengo muchos pacientes que me dicen cosas, anestesiados o no... Pero es el primero que me llama y seriamente se propone secuestrarme para una cena.

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