Pero ahora ahí, alguien que era humana y no un guardián que notaba su presencia, que creía en él.

-Wooh ¿Puedes verme? ¡Esto es genial!- Pregunto sorprendido, dio un salto de la rama, ágilmente quedó flexionando las rodillas sobre su cayado.

Arqueó la ceja, estaba temerosa lo veía en su expresión pero ¿Por qué? No había una gran ventisca ni mucha nieve para que entrara en pánico ni mucho menos. Tal vez estaba perdida y asustada, pero aunque quisiera no podría ayudarla si no lo veía.

Pensativo observo a su alrededor, tal ves si le hacía un camino que llamara su atención ayudándola así a salir del bosque no sería tan mala idea, pero en ese momento lo que sucedió le dejo perplejo: la ventisca fue mas fuerte y él detecto algo extraño emanando de sus manos ajenas, conocía ese tipo de magia.

Pero no fue eso lo que en realidad le asombro ¡Ella era consciente de su presencia! ¿Pero como era posible? Había pasado mucho tiempo desde que la Luna lo eligió, pero nadie creía en él, no podian verlo y varios años se vio obligado a vagar por el mundo solo pero no se quejaba daba diversión y se divertía a su manera, sobre todo cuando se llega a topar con el engreído y presumido canguro (El conejo de pascua). ...

— ¿Quién anda ahí? Escondió las manos a la altura de su pecho. Miró a todos lados; al mismo tiempo, la fría brisa del bosque comenzó a agitarse, como si la marcha de los copos de nieve fuese de la mano al temperamento de la próxima reina.

Paseó la mirada entre arbustos y árboles hasta que encontró la despreocupada figura de un muchacho. Elsa retrocedió uno, dos pasos. ¿Cómo no se fijó que la habían seguido?

— ¿Quién... quién eres tú?

Soltó su cabello, al menos dejándolo en una larga trenza; detalles tan nimios como ése ya la hacían sentirse otra persona. Posteriormente, se miró las manos escondidas bajo el estricto uso de los guantes que su padre le obsequió como símbolo de “seguridad”.


— No has de abrir... tu corazón. Susurró. Si bien era imposible que Elsa fuese presa de bajas temperaturas, las manos comenzaron a temblarle. Tenía miedo. ¿Qué pasaría si se retiraba los guantes e intentaba ver hasta dónde llegaban sus poderes? Estuvo a poco y nada de desenfundar la mano derecha cuando una voz logró descolocarla.

{+}

La coronación de Elsa se llevaría acabo en un par de meses. Por fin asumiría la gran responsabilidad que conllevaba liderar un reino pero, ¿realmente estaba hecha para eso? A su pensar, no era apta para gobernar. Ni siquiera se sentía parte de Arendelle —a pesar de ser su hogar —. Entonces, ¿cómo regir?

Aguardó a que la escolta real bajara la guardia y pudiese escapar al bosque circundante del castillo. Con el invierno recién llegado y una ligera brisa, nadie se daría cuenta de su ausencia.

Elsa se internó a las profundidades del bosque. ¡Al fin un espacio donde podría echar a andar su imaginación! Sin guardias, sin papiros por firmar, sin reuniones ni personas a quienes les escondía un frío secreto, finalmente podía ser ella misma. {+}

Apoyado en el tronco de un árbol con los brazos cruzados abrazando su cayado, observa a la albina, su semblante muestra preocupación ¿Sera que no le gusta la nieve?

-Tranquila la nieve no te lastimara, claro si estas abrigada.- comenta con una sonrisa ladina, estaba seguro que no lo vería, llevaba siglos siendo invisible para los demás pues nadie creía en él.