Si bien toda princesa se sentiría soñada por una fiesta dedicada a ella y su nuevo rango, Elsa contaba los minutos para salir de ahí y regresar a la comodidad de su solitaria habitación. Le pareció ser una coronación exitosa hasta que Anna se acercó con un hombre. Las ideas de matrimonio tan repentinas hicieron que la molestia de Elsa saltara a la vista. Un cortante “No” bastaría para detener a cualquiera, pero Anna tenía esa chispa insistente que siguió a Elsa, la irritó y, por ende, la hizo exponer sus poderes de hielo al materializar una puntiaguda barrera entre las hermanas.

Elsa salió corriendo del palacio, pero en el patio encontró aplausos, sonrisas, palabras de aliento que pronto se transformaron en miedo al presenciar una fuente cristalizada.

”¡Es una bruja! ¡Atrápenla!” Gritaron desde la entrada del castillo.

Los pies de Elsa se movieron con rapidez, ocasionando que empujase a uno que otro con tal de hacerse camino al lago que, sin querer, congeló al tantea