— ¡Oh! Encantada, Chip. Elsa compartió la misma curiosidad que Bruni, se le notó en el súbito alzar de cejas. Si bien vivir en el Bosque Encantado la había acostumbrado a toda clase de criaturas relacionadas con la naturaleza, ver una tacita hablando le llenó el pecho de emoción.
Acercó las manos a las de Bella. Así Bruni podría conocer a Chip pero, a pesar de que Elsa sabía mejor que nadie que él era una salamandra inocua, al inicio podría mostrarse a la defensiva y alterar sus colores; de un pacífico azul cielo pasó a un vibrante lila.
— ¡Tranquilo, Bruni! Chip es un nuevo amigo. Para tranquilizarlo —y de paso, para sacarle una sonrisa a la tacita y aminorarle el nerviosismo— Elsa frotó la yema de sus dedos sobre ambos, dejándoles caer un par de copos de nieve. Bruni sacó la lengua y se saboreó la frialdad de cada uno.
Al mismo tiempo Bella sacó del bolsillo de su delantal a un polizón que siempre quería ir con ella; una pequeña tacita de porcelana que respondía al nombre de Chip, de igual manera junto las manos para acomodarlo y presentarlo ante Elsa y Bruni.
– Vamos Chip, saluda...
Cuando lo sacó quedó de frente a Bella y dando la espalda a los presentes, al recibir la indicación dió un par de saltitos de modo que se acomodó y sonrió un poco apenado, típico de un niño.
— Su nombre es Bruni. Hizo las manos un cuenco donde el espíritu del fuego pudiera aterrizar. La salamandra estiró el cuello, así podría apreciar mejor a Bella. — ¿Inusual? ¿Por qué dices eso?