El pequeño pincel le hacía cosquillas en el párpado, poco acostumbrada a portar maquillaje o a colocárselo, considerando que en el mundo mágico no se acostumbraba a hacer actividades muggles de ese estilo. Ladeó sus labios a la derecha en un gesto pensativo. —No esperaba que fueras la clase de chicos que husmearía en mis cosas privadas. Aunque... no me importaría mostrártelo, aunque siempre puedes cerrar los ojos. Por ejemplo, cuando esté bañándome —musitó, abriendo el ojo libre para sonreírle de vuelta. Incluso cuando la ausencia de sus dedos en su rostro dejó una sensación extraña en él. Apoyó las manos en sus rodillas, dando una suave palmada. —¿Lo olvidaste? Prometiste que si te enseñaba mi mundo, tú me mostrarías el tuyo. Y no puedo caminar por las calles pareciendo una extranjera. Incluso me puse esta vestimenta para pasar desapercibida. —De un salto se levantó, tomando el pincel y la pintura de las manos del muchacho y tendiéndole su mano.