A veces olvidaba que la fémina frente a él poseía el don de la magia así que no pudo evitar levantar una ceja con duda, tras ese preludio volvió a colocar las cerdas del pincel sobre el párpado de Megara y comenzó a delinearlo con el mismo cuidado de antes; como guerrero sus acciones eran bruscas pero en esa ocasión demostraba una delicadeza desconocida por otros en él. — No creo que quieras realmente eso. Podría ver a través de tus ojos, ¿y tú privacidad qué? — Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro al oír el agradecimiento. — Siempre que pueda te voy a ayudar, incluso en cosas extrañas como esta. — Terminó de dibujar y bajó el pincel hasta dejarlo a un lado; su otra mano, la que aún la sostenía del mentón, le dedicó una suave y rápida caricia al contorno de su rostro para después soltarla completamente. Pocas veces eran las que se había permitido tocar con cariño a una persona, con ella sentía que podía hacerlo. Confianza, quizá. — ¿A dónde te diriges así de arreglada?