Ya se sentía lo suficientemente deseoso como para que Himari lo tentara aún más con esas palabras; pero lo hizo, y se sintió aún más necesitado de usarla, de sodomizarla y descargarse en ese apretado orificio hasta el agotamiento. Pero no por ello desistió de sus intenciones, a pesar de que lo más sencillo sería hacerla volverse una vez más y montarla ahí mismo; en vez de ello, tras localizar una mesa cercana, llevó a Himari hasta ahí, en silencio, con la lujuria marcando sus facciones maduras y la mirada clavada en ella; en esa forma tan característica que solo podía significar una cosa:

Me perteneces.

No necesitaba decirlo: lo firme de su agarre, lo deseoso de su mirada, solían ser suficientes como para que Himari se sintiera enteramente suya. Así que no añadió palabra, tan solo sonriendo con malicia mientras la llevaba por el cuello hasta el mueble; el que despejó con un sencillo barrido de su brazo, sin importar lo que tiraba, para hacerla acostarse sobre él.