Sentirse bañado por los fluidos de Himari no solo fue confirmación de haber logrado su objetivo, sino un delicioso premio que recibió con total agrado; aunque no por ello se detuvo al punto, sino que continuó —si bien moderándose un tanto— hasta que los temblores cedieron un tanto, y pudo sentir a la joven desesperada por sentirlo dentro. Solo hasta entonces se decidió a darle lo que ella tanto deseaba.

Pero, aunque la postura se prestara para ello, Takeo sentía apetito por algo diferente. Así que, tras separarse de ella —y relamerse los labios con descaro—, le azotó el trasero con ambas manos, usándolas después para hacerla erguirse y volverse hacia él. Entonces la besó, dàndole a probar el sabor del deseoso rincón en su propia boca; y aprovechando a la vez para empujarla con su cuerpo, en busca de la primera superficie donde pudiera hacerla acostarse para poseerla como tanto deseaba.