— Mientras tu corazón sea sincero y entregues el Alma a la naturaleza nunca te faltará nada ni se te arrebatara lo que nuestra madre da.
Muestra los colmillos detestando cada minuto que ese hombre pasa cerca, sus ojos arrogantes y la sonrisa burlona son veneno para esa flor Silvestre.
Ese hijo de hombre acerca sus impuras manos a las orejas faltando todo respeto a su autoridad, enseguida se alejó amenazando con morderlo cerrando la boca aún mostrando los dientes.
— Soy la sacerdotisa del bosque..viviré mientras las hojas continúen cayendo en cada estación.
— ¿La naturaleza te da todo? es exactamente eso a lo que me refiero, los de tu clase están tan acostumbrados a que les den todo, que no tienen ninguna contra medida para cuando les "arrebatan" algo.
Hace clara referencia a la ocasión en la cual el poder de la Kumiho fue drenado hasta casi dejarla seca como a un limón recién exprimido.
— No quieres quedar como una pasa la próxima vez, ¿Cierto?
Y como cereza del pastel, como si la tratara de niña descuidada dió un par de palmadas en esas felpudas orejas, tras esto se aparto, si bien estar entre la vida y la muerte los había hecho hasta cierto grado dependientes el uno del otro, seguían siendo enemigos naturales.
— Recuerda que seré yo quien termine con tu vida, no te mueras antes.
Entrecierra los ojos con desconfianza al ver ese adorno en su cuello, lo levanta para poder olerlo bajando las orejas sin estar satisfecha por el regalo.
—No lo necesito..la naturaleza me da todo lo que tu mundo humano carece
