Suspiraba de placer a la forma que la boca ajena estimulaba su miembro. Primeramente palpitaba ante la manera en que lo tragó por completo para luego recibir un trato enfocado a su glande, el cual dejaba escapar apenas unas gotas de líquido preseminal. Eso no le detuvo pues pronto sujetó a la mujer del cabello como si fuera una coleta para luego guiar su boca a tragar de forma lenta su virilidad. Cada vez que iba en dirección a su pelvis, el pelirrojo empujaba las caderas para que chocara contra su rostro. La sensación cálida de la saliva más los ruidos morbosos le excitaban bastante. Euphemia sabía sacar lo más perverso de él con sus sugerentes acciones.
— ¿Deseas follar mi boca mientras lo hago? — preguntó la súcubo y no espero su respuesta para comenzar con una candente felación, llevandose todo el miembro del pelirrojo a la boca de una sola vez hasta que su glande tocara su garganta. Esa acción la repitió varias veces más y luego se encargó de concentrar su succión en la punta del miembro de su amante, deleitandose con el presemen que salia de su uretra y consumiendola en cada obscena succión, donde ya podia notarse como su saliva chorreaba tanto de su boca como del falo mojado del hombre.
No tuvo que hace nada más que disfrutar del trato que ella le daba. Sentía esa lengua coqueta ir por su miembro, el cual palpitaba de placer con cada roce de su húmedo órgano. El pelirrojo apenas y sujetaba la base para que frotara más contra el ápice hasta colocarlo entre esos carnosos labios.
— Me encanta que siempre estés listo — decía sonriente esa perversa azabache, disfrutando del tamaño de la virilidad de su amante sobre su rostro, atreviéndose a darle las primeras atenciones con lascivas lamidas a su tronco hasta llegar a la punta sin vergüenza alguna, haciéndolo como si no estuvieran realmente en un lugar a la vista de todo el mundo.
—No necesariamente pero haré que grites el nombre del Señor~❤️
Sin pudor ni pena alguna, el pelirrojo retiró la única prenda que vestía y lentamente posó el mástil erecto y palpitante contra el rostro de la pelinegra. Le importaba poco si les miraban. Silo gustaba darse gusto y satisfacer a su querida compañera de perversiones.
— ¿Vas a hacer que me convierta en monja? —preguntó enarqueando una ceja y luego rió un poco, poniéndose de rodillas frente a su amante, juntando sus manos como si de verdad estuviera rogandole— Señor Hisoka, por favor... Deme lo que tanto deseo, se lo ruego —
