Noche cálida como cualquiera, pero apenas lloviznaba. Zoé estaba metida en una situación un tanto peculiar, ahora mismo tenía un arma apuntando directo al rostro de un hombre, apenas una .9mm

— Entonces, hijo de puta. ¿Vas a decirme dónde chingados se esconde tu jefe?

El hombre solo negaba. Si hablaba era hombre muerto, sino hablaba pues también. ¿A quién se le ocurría poder pasar por un callejón tan de madrugada? Zoé le dio otra patada al bastardo, ya estaba en el suelo. Ninguna cosa muy buena se decía de ese cabrón, el odio especial con el que lo trataba era porque lo acusaron de pedofilia. No había nada que le costara más a Zoé que no darle un tiro de una vez.