-Que fuera apresada del cuello y mandíbula no impedía que lo sujetase de ambas muñecas, casi enterrando sus afiladas uñas sobre la piel ajena. Frunció en su semblante con enfado, pero cuando este pretendió intimar con aquel par de labios haciendo uso de los suyos, aunque fuera sólo una sección de estos, como pudo ladeó su rostro de lado para que de esa forma el beso sea recibido en una de sus mejillas.-

Ya, te dije que me dejes en paz.

-Apretó los párpados en cuanto el entorno se deformaría nuevamente. Harta se sentía por ello, a lo que le empujó con mucha más violencia que antes para alejarlo y abrir sus ojos, con la mirada parcialmente borrosa.-

Cómo detesto que hagas eso. Vete de aquí.

-Y así fue cuando en un parpadear de ojos, se encontraba nuevamente solitaria en aquel espacioso lugar. Le escuchó desde alguna parte, y nada más pensó en irse de ahí. Irritada y hostigada por lo ocurrido.-

Cretino...

—Este calmó a la Albina, quien lucía confundida preguntándose por qué se estremeció el lugar y por qué sintió tal poder emanar de sus ojos.—

No quiero volver a ver esos ojos tan preciosos llenos de lágrimas o reflejando tristeza.

—Desapareció al pestañear la albina y esta quedó desconcertada por lo sucedido.

Sé que tienes muchas dudas y preguntas, pero nos volveremos a ver más adelante de eso no tengo duda...

—Arqueando el cuerpo debido al impacto y con la mirada un poco declinada.—

¡Ja, ja...! Nada mal, pero no podrías lastimar a alguien como yo.

—Volvió a retomar su postura y a la vez tomó con firmeza el cuello de la albina posando su siniestra por debajo de la mandíbula. Aproximó su rostro y entonando una voz baja.—

Así es como debes ser alguien fuerte y no estar triste. Aún no sabes quién soy, pero aun así has osado golpearme sin lograr resultado alguno.

—Este le dio un beso de media luna, provocando el desconcierto de la albina. Rápidamente los ojos de la albina se tornaron brillantes y comenzó a estremecerse un poco el lugar.—

Esto fue por tener la osadía de golpearme. Tómalo como un castigo o premio, creo que nadie en su sano juicio se atrevería.

Me agarraste desprevenida, yo...tenía asuntos en qué pensar, no noté tu presencia. Sólo por eso me descuidé, de lo contrario no te hubiese permitido siquiera rozar un dedo tuyo en mi cuello.

-Aquel parecía no entender cuando ella le advirtió, pues ahora se lo haría comprender a la mala. Y sin medida alguna a su fuerza, golpeó el estómago ajeno en un puñetazo.-

Qué terco...

Me parece bien que tengas cuidado de otros monstruos. No juzgues por las apariencias, que no luzca aterrador no significa que no lo sea.

Soy alguien benevolente hasta cierto punto y además fuiste testigo de que me dejé llevar un poco por la ira, lo cual nunca pensé que sucedería.

—Se aproximó hacia la albina, colocando su cabeza a un lado de la de ella mirándola de reojo mientras le susurraba.—

Si quisieras golpearme, ya lo habrías hecho.

Hay monstruos mucho más aterradores que tú, y por quienes sí debería tener cuidado.

-Acomodaría su cabello de lado, hasta que las palabras susurradas a su oído le causaron un escalofrío que le recorrió hasta el cuello, encogiendo su hombro para llevar unos pasos adelante y con esto voltear a verle.-

¿Estás buscando que te golpee?
Porque me atrevo a hacerlo sin importar quién seas.

—Al escuchar la pregunta de la albina, este tomó una expresión confundida.—

Es raro, no sé como describirlo...pero lo que para mí puede ser de un color para ti puede ser de otro o en un tono parecido.

—Al ver que le dio la espalda este se aproximó un poco susurrándole con un tono serio.—

Sí también crees eso no deberías darme la espalda. —Soltó una leve carcajada.—
Pierde cuidado no te lastimaré de ser así no te hubiera sanado.

—Se aproximó un poco más a la albina para susurrarle al oído, provocando que esta se sienta un tanto nerviosa.—

Cuidas mucho de tu cabello, parece que tuve un privilegio muy preciado al tocarlo, gracias.

Si no es amabilidad ¿entonces qué?

-De cierto modo tampoco le gustaba ser tocada en el cabello por mucho tiempo, girándose de manera que le diera la espalda mientras repasaba los dedos entre sus hebras plateadas.-

Poco o nada sé sobre ti, pero algo me dice que no se equivocan al llamarte monstruo.

—Este inclinó su cabeza un poco hacia atrás y comenzó a reírse soltando una carcajada.—

¿Yo, amable?

—Mientras ella lo miraba sorprendida, este dejó de reír y con una expresión ligeramente seria.—

Es que nunca me describen así. Dicen que mi existencia no aporta nada bueno.
Me llaman demonio y monstruo. Pero a decir verdad es una descripción adecuada.

¿Por qué tanta amabilidad?

-Que aquella mano posara sobre su cabeza para acariciarle, hizo que la incline de lado en un intento por evitar esa muestra de afecto.-

Es...algo extraña.