—Con la mirada aún aguazada, posando el codo en la diestra y con su siniestra tomándose el mentón.—

No te sientas avergonzada, es normal que no tengas conocimiento de tu verdadero potencial. En esta época los lazos son tan débiles.

¿Mi nombre? Varía de acuerdo al lugar, creencias o religión. Cada quien me llama de distintas maneras, pero al final soy uno solo.

—Soltó una ligera carcajada.—

¿Soñar? Bueno me puedes decir Rey o me puedes llamar, Maou.

—Se inclinó un poco hacia la albina, volviéndola a reflejar en sus ojos.—

Ahora que lo sabes, también me gustaría saber el nombre de la albina dueña de esos preciosos ojos. ¿Cuál es tu nombre?