Gala lo sentía, aquel día era distinto a los demás. Podía decir con seguridad que desde el momento que Alice la dejó entrar en su hogar, y en su vida, la joven sintió tranquilidad después de largo tiempo en incertidumbre.

¿Cómo podía rechazar los sentimientos que tenía por ella, si hasta un beso efímero le parecía de lo más puro?
Ella solo pudo sonreír, radiante. Animandose a acariciar esa brazo y de paso, abrazarle.

— Atesoro esa confianza. ¿Notaste que te obedecí desde que me pediste lealtad? Yo solo quiero ser fiel a ti.

Con el rubor marcado en sus mejillas al hacerle esa confesión, Gala besa suave y con calma el cuello de la más alta. Sería la primera vez que tocara esa zona, a diferencia de Alice, que bien conocía el cuello de la pelirroja.

— En todo sentido, te soy fiel...