Pasó la mirada del arreglo al felino. Quería entender el motivo por el que Chat Noir velaba tanto por su seguridad, y por el que siempre encontraba un momento de su día para buscarla, aun si recién hubiese culminado una batalla y las garritas del anillo estuvieran por apagarse. Pero por más que maquinara teorías, ninguna era convincente -



Hiciste todo esto... ¿por mí? - Enunció con evidente emoción y ternura. Rogaba que ese instante no fuera otro de sus sueños donde tenía la oportunidad de acercarse al chico. Quería... que esta vez fuera real, y todo atinaba a serlo -

- Todo el camino se mantuvo sujeta a él con fuerza; a veces creía que ser Kitty ahuyentaba todos sus miedos, incluyendo el desplazarse entre edificios. ¿Era este el mejor de sus sueños? Por vez primera estaba escapando de casa, cuando su madre dormía plácidamente, cuando los guardaespaldas que la acompañan cada minuto del día también descansaban. Las reglas se extinguieron en cuanto abandonaron la seguridad de su habitación.

Imaginó que el traslado duraría más, afortunadamente fue corto, pues ya era presa del cosquilleo en las manos, provocado por el inicio de la ansiedad. Ni bien sus pies tocaron el piso, alisó la falda del vestido, un desahogo silencioso para las emociones que revoloteaban inquietamente en su pecho; no obstante, al mirar al frente, admiró, sorprendida por completo, los detalles que el héroe tuvo para ella.

No hacía falta mencionar la vista espectacular al río, las luces, la noche estrellada... Todo un poema visual.

-Se había lanzado a la acción sin pensar en lo que probablemente pudiera venir después. Tal vez era porque estaba acostumbrado a que, mayormente, cuando se acercara de más simplemente lo alejaran. Miró en silencio a la rubia un par de segundos, hasta que le mostró una sonrisa algo pícara-

Justo así está perfecto. ~

-Con ella bien aferrada a él, y sujeta, era el momento. Usó su bastón y su habilidad para moverse mediante él para comenzar a desplazarse por París. Después de unos pocos minutos, aterrizó con la chica en una amplia azotea. En la misma, había previamente preparada una mesa para dos, con su comida ya servida y tapada para que no perdiera el calor. Desde allí, había vistas nocturnas al río Sena-

Primera y única parada, mademoiselle.

- Sonrió cómplice a la referencia. No fue consciente de que, tal vez, delatar uno de sus miedos pudo ser error que el felino tomaría como ventaja propia. Apenas se detenía a pensar en ello, cuando él le atrajo de sorpresa. Su torpeza innata casi le llevó a tropezar, por suerte estaba Chat para detenerla en caso de. Su sonrisa, antes aventurera, mudó a un aire achispado pero también nervioso. ¿Cómo sujetarse? La única manera que su mente maquinó fue pasar los brazos por encima de los hombros del rubio, y quedar tan cerca de él como le fuera posible; opción que, Adri efectuó, claro, con el ya conocido rubor en sus mejillas-

¿Así está... bien?

Por supuesto. No me gustaría tener que recorrer el reino de París en busca de la dueña del zapato de cristal.

-Sostuvo la mano femenina, con firmeza pero cuidado. Sin ser demasiado consciente de ello, quiso grabar el suave tacto de la misma en su memoria, pero su propio traje se lo impedía. El comentario de la chica hizo sonreír al héroe con cierta picardía, pues podía sacar un beneficio de ese miedo. Con un suave tirón, acercó a la chica hacia sí para obligarla a sujetarse de él-

Entonces, tendrás que agarrarte fuerte. Puedes cerrar los ojos si quieres, no tardaremos. ~

Solo si... me prometes volver antes de la media noche. Ya sabes, el hechizo se termina a esa hora.

- Alargó la sonrisa. Dio un último vistazo detrás suyo; ¡aún no podía creerlo! Estaba por escapar de casa en plena noche, ¿qué diría su madre si se enterara? ¿O Nathan? Aquel hombre era muy estricto también. El semblante de chica recatada, casi perfecta, se mancilló en cuanto tomó la mano de Chat Noir.
Dio un pequeño respingo, pues cayó en cuenta que nada de eso era un sueño. Las mejillas se le encendieron un poco y, avergonzada, miró al chico-

Le... temo un poco a las alturas. -A pesar de esconder una personalidad que se la pasaba saltando de edificio en edificio, nunca fue secreto que de vez en cuando sentía cierto miedo al desplazarse con esa inusual libertad sobre marcadas alturas-

Hey there, Juliet.

-Referenció a esa pareja de tragedia. Algo bastante acertado teniendo en cuenta lo restrictivas que eran las familias de ambos con su libertad.

Utilizó su bastón una vez más, en esta ocasión para alcanzar la altura de la ventana de la chica. Ese objeto era bastante práctico, no solo le servía para pelear o desplazarse, sino también para alcanzar lugares altos. Una vez que estuvo frente a frente con la chica, le ofreció su mano con seguridad. Tenía todo listo, solo quedaba llevar a la rubia al lugar indicado, y para eso necesitaba cargarla o que se sujetara de él, así su desplazamiento sería mucho más veloz-

¿Me permite que la lleve, mademoiselle?

Miró a todos lados antes de acercarse a la ventana, asegurándose que ninguno de los guardias anduviera casualmente por ahí. Se apresuró a abrir la ventana y tener un encuentro más cercano con el rubio.
Verlo ahí, frente a ella, disipó toda ansiedad acumulada en su cuerpo y mente. No acababa de entender cómo ese chico traía tranquilidad en su vida, cuando se notaba que él era todo menos paz. -

Umm... ¿hola? -Sonrió de costado. ¿Qué se dice en esa clase de reuniones? Bueno, un “Hola” fue lo mejor que pudo articular-

Debo estar loca. No puedo salir de aquí. Mi madre me va a matar... No me volverá a dejar asistir a la escuela. ¡Pondrá barrotes en mis ventanas!

-Cada castigo que brotaba en su mente era peor que el anterior. ¿Y si la encerraba en una torre sin acceso a la civilización? ¡Ah! Que estaba loca por aceptar salir de noche sin la autorización ni conscentimiento de su madre. No obstante, la idea también le emocionaba. Ya estaba lista para la llegada del héroe parisino, desde la tarde de hecho, cuando la ansiedad comenzó a trabajar en las formas de tortura que recibiría si la descubren. Se acariciaba los brazos; arrugaba la falda del vestido verde limón que eligió para la ocasión; jugaba con un mechón de cabello, amarrado en una alta y frondosa coleta. El ensimismamiento de su pensar fue atropellado por los golpes del cristal. Adrienne pegó un respingo; las mejillas se le coloraron y miró en dirección al sonido. ¡Era Chat Noir!

{...}

-Después de ser un manojo de nervios y emoción durante el día, llegó la noche. Le gustaba cómo se había sentido, esa mezcla entre dos sentimientos tan contradictorios, y a la vez tan complementarios. No era un experto en lo que planeaba hacer. Era la primera vez que acordaba un encuentro así con una chica, pero era normal, aún era muy joven. Estuvo a punto de ponerse a pensar en qué ponerse, cuando recordó que había concertado la cita con ella como Chat Noir.

Esperó a que avanzara la noche, solo un poco, cuando creía que en casa de Adrienne estarían durmiendo. Esperaba que ella lo hubiera esperado. Se movió por París con una energía inusual; estaba feliz, pero esa alegría lo llevó a casi tropezar al pisar el cinturón que tenía como cola en uno de los saltos. Después de unos minutos, llegó a la primera parada: la casa de Adrienne. Se detuvo bajo su ventana, y usó su bastón para alcanzar a dar dos golpes suaves en el cristal. Esperaba así, llamar su atención y que ella se asomara-