Sintió un fino cosquilleo en torno a las orejas, lo que lo hizo retorcer su cuello ante esos círculos que ella ejercía con los pulgares, trató de mantenerse controlado, estirando su mano izquierda sobre la cabellera contraria, solo esa embobada mirada contraria lo hizo recobrar la compostura y simplemente dejarle una ligera caricia con las yemas de sus dedos deslizándose en descenso sobre ella. — ...Yo te invito. — Terminó de ejercer aquella caricia con la izquierda y con la mano opuesta busca sujetar el brazo contrario para liderar el paso a través de un sendero cercano. — Vamos.