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Ven, Romano.
Atácame.
 
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LV1552459 · 31-35, M
Ni hizo falta el ser llamado, la provocación había sido efectiva incluso antes de existir, pues era suficiente con ver su piel expuesta como para sentir hambre, un hambre creciente y dominante que mostró al plasmar ambas manos sobre los costados de la cadera ajena, en inicio como un mero agarre y soporte, pues su torso hallaría descanso sobre aquella delgada espalda, en aras de, obtener cercanía y con ello ubicar los labios justo en su cuello, donde no sólo aspiró su aroma, sino que, le beso y recorrió lentamente–. Sigues siendo demasiado insolente, mujer. –dijo como mera mención del pasado, pues su indignación por
 
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