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Pensaba que, sabiendo que en algún momento nos habríamos de separar, la despedida sería más sencilla.
¿Prometes que me recordarás en tus momentos de calma? Aunque sean pocos. Promételo.
 
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LV1552459 · 31-35, M
finos y delicados rasgos, de nariz pequeña y ojos rasgados. Rozó sus labios con una suavidad casi ajena, casi irreal al tratarse de él, pero lo hizo, pues le dedicó su mejor versión de si mismo en ese momento donde el calor aún le abrazaba. Toda la bravura, todo su coraje y toda su fuerza yacía dormida, sedada por ella.
Ahí, acarició su nuca, tomándola con cuidado para finalmente, unir sus labios a los de ella una vez más, y cuantas veces hiciera falta antes de despedirse, antes de que el destino dividiera sus caminos, y mucho antes de que las inquietudes le golpearan el pecho: La República, César, Niobe... Ellos estaban muy lejos, la única que estaba ahí, era ella: Jun.

LV1552459 · 31-35, M
para él, mentiría si dijera que no le robaba el aliento y poco más, sobre todo por sus palabras, esas que calaron hondo hasta volverse casi un eco en su mente por lo que representaban... ¿Un hijo? ¿Sería posible que Venus decretara tal destino? Liberó el aire que había tomado, y entonces la detalló casi religiosamente, deslizando a buena demanda su mano sobre ese vientre lozano y terso.

— Jun...—emitió con un tono sereno, propio para la ocasión, mientras su mirada, esa de intenso y profundo azul, se fijaba en ella, irguiéndose ésta vez él para plantar ambas palmas de sus manos sobre su cintura, separándose en ese punto ambas, pues la diestra viajó hacía arriba, deslizándose por su columna hasta su nuca, mientras que la zurda bajó por sus caderas, sorteando caricias al azar por su cuerpo— Venus sentiría envidia de ti, y su única forma de remediar su pecado, será colocando un hijo dentro de tu vientre, un hijo de sangre Romana. —buscó su carita, esa de{...}
LV1552459 · 31-35, M
El momento, el ambiente, ella, su voz... Su piel y ese dulce pero fresco aroma que desprendía su cuerpo, todo, absolutamente todo se volcaba sobre él como un remanso luego de la tempestad ¿hacia cuanto que no hallaba la paz y plenitud a manos llenas? Era inverosímil, y casi indigno de tal obsequio que la vida le ponía al frente luego de ríos de sangre, de la brutalidad orquestada por sus manos, esas que no hallaban saciedad a la hora de hacerse de esa piel, de recorrerla con la lentitud que exigía el momento luego de la agitación, luego de la energía compartida y el calor de una faena menos hostil que la de la guerra.

Cerró los ojos cuando ella habló, cuando esa voz le regaló su nombre:

[med]Jun...[/med]


Le supo a miel el mero hecho de repetirlo para si mismo, primero bajo, sólo por fascinación, por el significado impreso en ello. Y luego vinieron esos besos sobre su cuello y pómulo, dulces, cálidos... Respiró hondo y llenó el pecho cuando la vio erguirse {..
ZhenJun · F
(...)

— Mi nombre es Jun. "Yun". Pronúncialo así. Tal vez, sólo tal vez, la proxima vez que nos veamos, alguien estará aquí...

Para mayor claridad de sus palabras, se incorporó un poco y le tomó una mano; siempre delicada a pesar de su recurrente impulsividad. Ésta mano "robada" iría donde su vientre, para que él lo tocara.



— ...Y todo hombre debe decir alto y claro el nombre de quien cuida su semilla en su vientre. Así que deseo escucharte decirlo.
ZhenJun · F
Sabiamente decidió dejar de pensar que cada segundo transcurrido era un segundo que los acercaba al no verse de nuevo; quizás en mucho tiempo, quizás nunca. Así que más que recordarlo, prefirió poner toda su atención y alma en suaves caricias que vagaban indecisas por el cuerpo del Centurión: costillas, costados, vientre, y luego de subida por su pecho fuerte. La desnudez de ambos aún los mantenía fundidos, metafórica y literalmente, y muy agradecidamente mantenía ese estado al mantenerse celosamente recostada sobre Lucio; finalmente, ¿qué le costaba aplazar un poco más su reclamo sobre él? Lo quería suyo, y así lo mantendría un poco más.

— Jun.


Susurró. Y como si el hecho le avergonzara, escondió un poco el rostro al agacharlo, buscando dibujar un camino terso y vaporoso con sus besos, por la nuez del cuello y siguiendo a la barbilla ajena. Si se detuvo, sólo fue para besarle un pómulo, tiernamente.

(...)
LV1552459 · 31-35, M
Guardó silencio por unos segundos, los mismos en que sus manos se dedicaron a acariciar su figura sobre él, habiéndola atraído al instante; quizá ella pensaría que estaba dormido, pero un hombre como él, difícilmente caía en la gracia de un sueño profundo y calmo. Quería no sólo sentirla, sino, grabar en sus palmas la delicadeza de su figura, llevarse consigo su recuerdo antes de la inminente separación, "Tienes que sacarla de aquí" , recordó las palabras de Marco Antonio, era una orden que no sólo acataba por ello, sino por la seguridad de Zhen, debía irse.

— Te recordaré, juro que lo haré. —se permitió un tono más bajo, menos recio y firme, más blando y humano <con ella>—. Te recordaré incluso cuando no tenga calma. —inspiró profundamente, mirándola a los ojos, esos ojos tan suyos, pequeños y rasgados, tan llamativos para él—. Voy a echarte de menos, mujer. —emitió justo antes de besar su barbilla, estrechándola entre sus brazos.

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