¡H-ah! -Y esto, precisamente, es lo que llega a suceder cuando permites que el juego y la guasa destemplen la vigía que se supone debe ser constante. Aunque tampoco estaba mal; la sonrisita cándida que le dedicó significaba que aún no la sacaba de su zona cómoda. Así que, delicadamente le abrazó el cuello, de forma que apenas se notara el peso de sus brazos.- Eres demasiado atractivo para ser Legionario. ¿De casualidad no pertenecías a las efeberías de Alejandro Magno? -Cualquiera esperaría por respuesta. Cualquiera menos ésta criatura rara, que sin hacerlo le asestó una lamida en la mejilla. Una brutal, de quijada a pómulo. Y se preparó para lo peor: que la arrojase por allí.- Ja-ja-ja.
De primer momento pensó en ignorarla, pero ya era suficiente de eso. Así que valiéndose de su cercanía y acecho, aprovechó el factor sorpresa, primero desgarbado, casi invitándola a acercarse más; y cuando el momento fue idóneo, se agachó un tanto, pasando por debajo de los brazos ajenos, rodeándola por la cintura con ambos antebrazos, ciñéndola a sus pectorales, incluso alzándola del piso—. Los brazos de una mujer deben asegurarse al cuello de un hombre cuando este la carga, no son ellas quienes cargan a los hombres.
¿Por qué? ¿Temes que una "hembra" te cargue como a doncella en el día de su boda? Vamos, comprueba que soy fuerte. -Lo acecha a brazos estirados, buscando lo obvio: incomodarlo.-
