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Los hombres comunes y corrientes incapaces son de ver el peligro disfrazado con una falda corta y tacones altos.
Pero él, él no es un hombre común.
Y mucho menos corriente. {M. A. × Época actual }
 
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LV1552459 · 31-35, M
despertar. Por ello, su respiración se tornó pausada, más lenta, pero en respiros profundos que se llevaban consigo el aroma de la chica, tan cerca de su cabello—Ordename algo más, hazlo. —le retó, claro, sin aminorar la fuerza con que sostenía su brazo, aunque la otra mano en su cuello se tornó más dedicada al pasear el pulgar por su piel, jugando con el camino que trazaba la quijada ajena.

Poco después la mujer que había entrado momentos antes salió de uno de los cubículos, riendo al ver la escena, nada fuera de lo normal, por lo cual lanzó un comentario indecente antes de salir del tocador.
LV1552459 · 31-35, M
si de un empleado más se tratara. Por ello, se fue sobre ella de un movimiento, llegando de espaldas a ella para tomarla por el cuello con una mano y del antebrazo con la otra mano, forzándola contra el lavabo.

— Escucha algo, no soy tu sirviente, tampoco tu niñero. Si tienes un jodido problema, lo solucionarás tú, si necesitas algo, pídeselo a alguien más, yo sólo estoy aquí para vigilarte, niña estúpida. —las palabras salieron en el tono más severo contra la nuca y oído de la asiática, notándose forzado al tensar la quijada, al reprimir la ira que muy poco controlaba dados los hechos de su pasado y los fantasmas que le perseguían aún. Entonces, se observó al espejo frente a ellos, veía a una chica frágil retenida en la fiereza de sus manos, se veía eclipsándola con su altura y figura, pero sobre todo, cayó en cuenta de la cercanía casi obscena que se formó entre ambos, pues sentía el cuerpecillo de la mujer contra el suyo, sobre todo en zonas sensibles que no era difícil (...)
LV1552459 · 31-35, M
"no puedes darme ordenes" ¿Quién creía que era? ¿La mujer del jefe cómo para exigir algo así? No era más que una chiquilla jugando a las grandes ligas en aquel sitio, una más de las tantas que se entregaban a la perdición y el intercambio de dinero por favores sexuales. Lucio aún no sospechaba de ella, pero vigilarla era su tarea, como si la chica hubiese sido una de las elegidas en medio del gran grupo de mujeres y hombres dispuestos en ese sitio. Quizá el jefe tenía una fijación especial por ella, su edad o su torpeza sobre actuada <porque esa sí que la percibió>
A su costado pasó una chica de piel morena, de cuerpo esbelto y poca ropa encima, contornéandose con una sonrisa provocadora al ver al hombre dentro del tocador de damas.

— He dicho que te apresures, estás bajo mis órdenes.

Repitió, pero para ese momento la paciencia se le fue cuando la chica exageró sus reacciones, sonándole por demás infantil y molesta, sobre todo por exigirle ayuda como (...)
ZhenJun · F
«...» Incluso ella tuvo que beber un poco; sólo poquitito, para que su aliento y su rostro parecieran adormilados e ingenuos. Y su cuerpo deshinibido. Así funcionaba esto, ¿no? En fin, bajo la excusa de ir al baño a retocarse el maquillaje fue que se iría a poner en contacto con inteligencia. Mas no contaba con que aquél la siguiera como perro guardia. Vaya insistencia. Entonces no quedando otra alternativa: a actuar se dijo. - Tsh... Se me metió una pestaña. Ay, cómo arde. - Pantomima de por medio, se echó aire en un ojo, gimoteando de una manera casi llana en lo sexual. - ¡Ayúdame, no te quedes parado, te necesito!
ZhenJun · F
¡Oye, oye! No me apresures, no puedes darme órdenes. Exclamó airada, es más, sumamente ofendida. ¿Cómo un simple guarura iba a hablarle así, qué se cree? Claro, Jun sabe que éste hombre es todo menos un simple cuidador de Scorts, pero probablemente minando su orgullo a través de miradas reprochantes podría por fin hacer despertar en él un poco de humanidad. Porque pobre hombre, era el único que parecía sobrio en aquel bacanal. «...»
LV1552459 · 31-35, M
De un militar de alto rango a escolta de una chiquilla asiática ¿Qué podía ser peor que eso? Pero las órdenes eran exactas, debía cuidar de la "invitada" del mandatario y eso implicaba por su puesto, no perderla de vista aún en los sitios menos esperados.
Estaba ahí, plantado con el ceño fruncido y el gesto frío, esperando... Pero más que eso, cayendo en una red muy fina que ella tejía con cada movimiento, con cada palabra que tentaba a sus demonios internos; pero Lucio no iba a ceder, no aún. — Apresúrate, mujer. —el tono hosco se dejó oír, ordenandole.

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