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ZhenJun · F
«...» Y ella hacía lo mismo: reía, se mostraba interesadísima y fascinada por las charlas vanas del estadista. Lo rozaba apenas un poquito por aquí, otro por allá, y luego le acercaba el cabello o meneaba la cintura sobre aquél sofá color mármol, en un lenguaje corporal indirecto pero de evidente seducción.
Y estos gestos, de vez en vez, se dirigían hacia sus dos escoltas.
Uno, el de apariencia cavernícola, reía y sonreía cuando lo volteaba a mirar.
¿El otro? Un hombre de gesto adusto y facciones talladas en piedra. A saber qué había visto y vivido ese pobre hombre que parecía tener menos sentimiento que un muro.
Ni siquiera cuando ella se levantó para contonearse en un bailecillo, a petición del mandatario, éste pareció conmoverse.
Y su indiferencia le resultó insultante. Es más: la enfurecía y a su vez la nervaba. Ni siquiera un parpadeo cuando el baile se calentó y mostró sus bragas de tejido de encaje, que en realidad poco cubrían lo que debían cubrir. «..
Y estos gestos, de vez en vez, se dirigían hacia sus dos escoltas.
Uno, el de apariencia cavernícola, reía y sonreía cuando lo volteaba a mirar.
¿El otro? Un hombre de gesto adusto y facciones talladas en piedra. A saber qué había visto y vivido ese pobre hombre que parecía tener menos sentimiento que un muro.
Ni siquiera cuando ella se levantó para contonearse en un bailecillo, a petición del mandatario, éste pareció conmoverse.
Y su indiferencia le resultó insultante. Es más: la enfurecía y a su vez la nervaba. Ni siquiera un parpadeo cuando el baile se calentó y mostró sus bragas de tejido de encaje, que en realidad poco cubrían lo que debían cubrir. «..
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