«...» ¿Sospecharía algo? ¿Alguien habría descubierto el plan?
— ¿Todos sus hombres son así de serios, Señor? Él, el rubio. Me asusta un poco.
Hizo la pregunta en Italiano, claro. Pero marcando su acento asiático muy con el propósito de reafirmar su papel. Es más, hasta soltó una risita tonta mientras se agachaba a acariciar la rodilla del estadista. Con la boca.
— ¿Lucio? El hombre es un muro. Acaba de perder a su mujer, deberías ir a alegrarlo un poco, no soy posesivo.
— ¿Seguro? Pero lo extrañaré a usted...
Aún a pesar de lo dicho, fue. Gateando hasta el extremo del sofá donde el hombre se hallaba de pie como un obelisco imperturbable.
— Hola, cariño. Voy a hacerte sentir cómodo... Permíteme.
«...» Y ella hacía lo mismo: reía, se mostraba interesadísima y fascinada por las charlas vanas del estadista. Lo rozaba apenas un poquito por aquí, otro por allá, y luego le acercaba el cabello o meneaba la cintura sobre aquél sofá color mármol, en un lenguaje corporal indirecto pero de evidente seducción.
Y estos gestos, de vez en vez, se dirigían hacia sus dos escoltas.
Uno, el de apariencia cavernícola, reía y sonreía cuando lo volteaba a mirar.
¿El otro? Un hombre de gesto adusto y facciones talladas en piedra. A saber qué había visto y vivido ese pobre hombre que parecía tener menos sentimiento que un muro.
Ni siquiera cuando ella se levantó para contonearse en un bailecillo, a petición del mandatario, éste pareció conmoverse.
Y su indiferencia le resultó insultante. Es más: la enfurecía y a su vez la nervaba. Ni siquiera un parpadeo cuando el baile se calentó y mostró sus bragas de tejido de encaje, que en realidad poco cubrían lo que debían cubrir. «..
Todos los Mandatarios iban acompañados de su guardia de Élite y, a su vez, un par de sus mejores soldados los acompañarían cada segundo, a cada lugar, en cada momento.
Un par de los Militares mejores entrenados de cada nación. Hombres altamente preparados no sólo táctica sino políticamente; agudos de sentidos tangibles e intangibles.
Ellos serían los verdaderos obstáculos. Y los había estudiado bien.
Necesitaba abordar a Matarella en la plena intimidad ; donde nadie más que ellos dos estuvieran juntos y, para ello, debía ser astuta no sólo en su forma de abordarlo, o bien, seducirlo. También tenía que ganarse el favor de sus dos escoltas, si quería que le permitieran un momento a solas.
Entonces la noche transcurrió así : en una mansión oscura donde sólo las luces neón iluminaban rostros y trajes caros. Las mujeres reían, servían tragos, pero evitaban el contacto físico. Por ahora.
«...» En aquella fiesta los Mandatarios y diplomáticos serían ostentosamente servidos. No solamente con bebidas caras o alimentos presuntuosos: también con carne de todas las nacionalidades.
Mujeres y hombres, según el gusto. Muchos de ellos estando allí contra su voluntad; enfermizo, más no tanto como aquellos pocos niños y niñas que aguardaban en habitáculos celosamente ocultos.
Para los de gustos "específicos".
En fin. Ella no llegaría hasta Sergio Matarella, presidente de Italia, como una entrevistadora. No.
Ella llegaría hasta él en un papel distinto : aparentando menos edad gracias a una falda tableada de escolar. Un suéter negro, blusa blanca, incluso un inocente moño gris a juego con las medias de lana que subirían hasta medio muslo. Un encanto asiático que sí bien no ostentaba enorme voluptuosidad, podría encandilar con lo frágil de su apariencia.
«...» Por ello se concluyó: antes que América del Norte presentara un tentador acuerdo de alianza con Italia, ellos debían ir un paso adelante y ofrecerlo primero.
Porque lo sabían: que el actual presidente de los Estados Unidos y su élite de consejeros tenían el plan de presentar una conveniente alianza durante el cónclave del G7. Que casualmente se llevaría a cabo en el Country Club privado del mandatario.
Los Servicios de Inteligencia China se habían filtrado en el sistema encriptado de la CIA y el FBI. Sus piratas informáticos superaban en técnicas y sagacidad a los de otros gobiernos. Sin embargo no toda la infiltración se gestaba en la red.
Allí es donde ella, sociopolítica de formación, espía por vocación y "topo" de hecho, entraría en el plan.
Los datos eran los siguientes: después de la reunión en el Country Club, los mandatarios acudirían a una reunión extraoficial en una Isla privada, posesión del yerno del mandatario estadounidense. «...»
«...» En este punto crítico, se hizo decisivo: no obstante las fronteras geográficas, culturales o lingüísticas, los países desarrollados debían elegir un lado.
E Italia aún no parecía tener intenciones de firmar lo que bien podría ser su alianza hacia la esperanza. O bien. Hacia su ruina.
Al menos eso había leído ella, y escuchado en las reuniones secretas con los diplomáticos de China.
Italia era un aliado potencial: tenía una posición geográfica conveniente y su alta producción de vehículos bien podía servir de ventaja para propósitos monetarios.
Sin mencionar que a la fecha, contaba con ser de los cuatro únicos países en que la industria alimenticia aún no se había visto mermada. «...»
«...» Ésta era una guerra de superpotencias; una guerra que sólo buscaba el mínimo toque de pluma (literal y figurativamente, considerando que cada conflicto armado se legaliza a través de una hoja de papel y la firma del jefe de estado en cuestión) para trascender al plano armamentista. Por lo mientras, la guerra se concentraba en la economía: subida de impuestos, al costo de aranceles, trabas a la exportación de productos alimenticios y, en resumen, una obstaculización generalizada contra los insumos y materiales que facilitaban la vida cotidiana como lo era ahora.
Pero el punto de inflexión ocurrió cuando la guerra llegó a la industria farmacéutica. «...»
Nos encontramos en medio de un caos global generalizado. Protestas en todos los continentes, provocación y manipulación mediática de parte de la potencia Estadounidense. El mundo y su trémula situación geopolítica pende de un hilo y requiere de forma imperante que cada quien elija un bando; y a pesar que hasta cinco años atrás el linde de esos bandos aún no era claro, en éste inicio de década las cosas lucen más entendibles «... »
