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LV1552459 · 31-35, M
Pocas veces había sentido algo como lo que sentía en ese momento: Una calma profunda y remanso casi total, pues por mero instinto, su hosquedad menguaba al son de sus caricias sobre ella, sobre ese vientre cada vez más y más grande, y que para su dicha, daba evidencia de la vida que ahí crecía en movimientos bajo sus palmas ¿cuán maravillado podía estar aquel que orquestaba la muerte con esas mismas manos en batalla? No pudo evitar que en sus labios se formara una sonrisa, queda, casi insegura de relucir, pues sus facciones eran duras y recias, ajenas al candor de una emoción tan cálida como la que le daba su renovada paternidad. Y es que, no era el mero hecho de ser padre nuevamente, sino que, con Niobe no disfrutó de momentos como ese, no le dedicó amor y cuidado de cerca, era más como un contrato donde ser padres era implícito, y ni bien sucedió, él partió a las Galias durante años, desterrando con ello toda emoción o amor a su paternidad, una que no pudo vivir a plenitud.
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