Habían unas palabras que estaban atoradas en su garganta. Zero jamás supo cuáles eran, por qué siempre tenía esta sensación de retener algo en su pecho. Esto fue así por mucho tiempo y ahora, finalmente entendía de qué se trataba.

Con sumo cuidado, tomó el mentón del joven cazador y lo levantó solo para aproximarse y besar sus labios. Finalmente, su propia boca probó el tacto de Yuuta. El líquido vital se escurría por su mentón y no le importó absolutamente nada. Su brazo rodeó la espalda baja y lo acercó aun más. Incluso añadió algo de fuerza en su obstinado deseo de no volver a estar lejos de él. El pensamiento de nuevo le llegó, si Yuuta moría...si algo le sucedía, ¿Qué sentido tendría todo?

Separó sus labios con recelo. Le tomó suave de la nuca y lo abrazó contra su pecho.

—Yuuta, Te amo. No voy a dejarte ir. No permitiré que nadie te lleve lejos...Ni tu familia, ni la cacería, ni una enfermedad. Encontraremos una solución. Encontraremos una salida. Confía en mí.