La sensación de alegría y alivio que le invadió cuando escuchó la respuesta de Yuuta desapareció en el momento que la sangre pintaba los labios casi sin tono de su compañero de cacería.

—Yuuta... —Trató de no perder la calma y contuvo al joven rodeando un hombro con su brazo para luego posar su palma sobre su espalda—. ¿Qué ocurre? Estás...

Y allí, la vista de un rostro famélico, apenas aferrado a la vida que parecía escaparse cada segundo. Zero, con sus emociones restauradas, se sintió profundamente conmocionado. En su mente el semblante del bello joven por el que pensó tantas noches se había roto como el cristal de un espejo. Zero tenía muchas preguntas y antes de poder formular alguna, fueron respondidas una por una.

Escuchó en silencio, no respondió sino después de varios minutos que parecían eternos. Solo su palma respondía acariciando la espalda de Yuuta buscando calmar su ataque de tos. El cazador se sentía frustrado. Sabía que no debió dejar ir solo a Yuuta de vuelta