por detrás.

La cueva estaba muy cerca, llegarían aproximadamente en unos quince a veinte minutos dependiendo de la cantidad de esbirros que se encuentren en el camino. Zero empezó a caminar mientras murmuraba las características de las balas que tenía en un pequeño bolso atado a su cintura.

molesto—. Tu manejo de la espada así como tus habilidades propias son dignas de aplaudir. No habría podido pedir un mejor compañero de cacería para despreocuparme de tantas cosas. Pero...

Zero dio un mordisco a lo que quedaba de la barra, pasando su pulgar sobre sus labios para relamer los restos del mismo dulce sobre ellos.

—Este no es tu país. Debes aprender a adaptarte. No podemos adelantarnos sin tomar la muestra correspondiente de sangre de la criatura para fabricar los antídotos y... —Incluso él sintió que estaba resultando molesto con su propio palabrerío así que suspiró pesadamente—. Tienes un enorme potencial, solo necesito que pulas algunos detalles. El cazador occidental es menos atractivo de lo que narran las historias.

El cazador sacó su escopeta y miró fijo a Yuuta.

—Busquemos a ese Gul y acabemos por hoy. Puedes adelantarte y matar cuantos Goblins te topes, yo me aseguraré de tomar las muestras de sangre y quitarte de encima a cualquiera que trate de ata

El albino ladeó el rostro con una ceja levantada, buscando distinguir si acaso su compañero estaba jugándole aquello que llaman "Broma" entre los mortales o si en realidad, consideraba ese delicioso aperitivo como un veneno. Desde que Zero recuperó el sentido del gusto, una de las pocas cosas que podía disfrutar tanto como una buena comida, serían los dulces.

—No es ningún veneno. Es una barra de chocolate, hecha con cacao y leche. Una golosina muy popular entre los niños. ¿Nunca lo has probado? —Dirigió su mirada hacia la pequeña porción de chocolate envuelta en saliva pintada sobre el piso—. Yuuta.

Dio un par de pasos detrás de él, quien entusiasta, ya se preparaba para el siguiente objetivo. Podía considerar esto como una cualidad, así también como un pequeño defecto. Se detuvo y le dio un pequeño tirón en la oreja.

—Escúchame —Zero no tenía una expresión en el rostro, su estado de ánimo podía descifrarse a través del tono de su voz, y este era ahora uno muy serio y algo

Con cuidado se acercó y tomo un trozo, sus papilas jamás habían probado el chocolate y de inmediato lo escupió, la sensación en su garganta le pareció de lo más extraña, se levantó su máscara para verle bien.

¿veneno? ¿Eso era veneno? Por favor, no intente algún extraño objeto en mi.

Tragó saliva aun extrañado del sabor, se colocó otra vez su máscara y comenzó a caminar en dirección a los Guls, pero solo para detenerse e inmediatamente agacharse como un felino al ver a su presa. La mano izquierda sobre el mango de su espada. La derecha indicándole que se agachara.

Un goblin, pequeño de no más de un metro de altura, comiendo una rata del tamaño de un gato. No era su objetivo, no había una recompensa. ¿Debería acudir a su deber?¿O esperar a una recompensa? Después de todo, el joven no tenía mucho dinero.

Un trabajo bien realizado, ¿un motivo para sonreír tal vez? No, su rostro estoico, concentrado. Con un elegante movimiento en abanico hacia afuera limpió su hoja de aquella asquerosa sangre, creando un semi-círculo en el suelo alrededor de él. Y ahí estaba su katana de regreso a su funda. Bien asegurada a su cintura.

Comprendo. Tiempo de respuesta.

Su mirada se fijó en la mano de su aliado, aquellas muestras de apoyo le parecían tan peculiares y en parte le recordaban a su hogar, sin embargo ante el comentario asintió.

Mientras que el mayor mostraba más soltura, él mantenía sus sentidos agudos, podía escuchar hasta los ronquidos de alguien a varias calles de distancia.

Había pasado un tiempo desde que alguien cuidó sus espaldas, así que Zero podía relajarse y caminar sin mirar a sus lados cada dos segundos. Recargaba su escopeta cuando decidió buscar en su abrigo y sacar una pequeña barra de chocolate, la cual extendió a Yuuta.

—El azúcar activará un poco tus sentidos, tratemos de mejorar ese tiempo. No sabemos si entre los Guls habrá un demonio superior comandándolos. Están extrañamente agrupados.

—Un corte bastante limpio, Yuuta. Buen trabajo. —Felicitó a su reciente compañero y pupilo de cacería.

Aunque Zero fuese una existencia sin emociones atada a un cuerpo humano, aun en su ser retumbaba residuos de reacciones naturales tales como la satisfacción y alegría, eran muy pocas veces el escenario que le impulsaba a ser "más" humano, pero también aprendió a decir las palabras correctas en la situación adecuada.

Zero tiró el cigarrillo al piso y lo aplastó con la suela de su bota.

—La única observación que debo hacer es que debes mejorar más el tiempo que te tomas para identificar a la presa —Zero avanzó hasta Yuuta y le palmeó el hombro—. Nos queda el Gul de la cueva al sur. Dice que están dándose un festín con una caravana que asaltaron. Andando.

En este caso, el sentido a prueba era la vista, así que tenía que hacer un mapa mental con solo el olfato. El silencio de la madera crujir, el chirrido de las ratas, no. Debía centrarse en su olfato, no en su oido.

Dio otro respiro profundo y pudo sentir su cabeza más concentrada y sus piernas mas ligeras, había entrado en un trance, podía captar el olor dulce de el pan que estaba hecho en la panadería a dos calles de ahí. Podía identificar el olor a carbón, el agrio olor de las alcantarillas y...

Ahi estaba. El sabor a cobre le llenó las papilas, le estremeció los brazos y antes de que lo pudiera ordenar, sus piernas comenzaron a moverse y ponerse en marcha.
Sus pasos, silenciosos, inaudibles. Su silueta, delgada y fácil de confundir.
¡Ahi estaba! La fuente del hedor. Una criatura mitad humano, mitad perro. Pero antes de que siquiera el can llamase a sus aliados, el joven cazador ya había cortado su cabeza,

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Las noches en occidente eran diferentes, más sobrias, más extrañas y sobre todo, él destacaba, con su ropa clara y estatura. Pero eso no era lo importante, estaba a prueba, debía mostrarse digno de aprender de los demonios de aquel nuevo continente y no aceptaría menos que su optimo y certero desempeño.

Se encontraba de pie a un costado de su maestro, ojos cerrados y dubitativo, evitando toser por el humo del cigarro; su tarea, sencilla, localización con la privación de su vista, podía sentir sus otros sentidos agudizarse, el cabello de su nuca erizarse. Debía aprender a no depender de todos sus sentidos, ya que habían demonios cuyo modo de ataque se podía centrar en cantos, olores, visiones, etcetera.