[code]—¿Como te atreves a interferir en mi territorio? —Inclinó ese extremadamente hermoso rostro encrispándose de crueldad. Sus ambares ojos demoniacos se abrieron como platos ante su insolencia. Fue avanzando hasta él como una amenaza de dimensiones espectrales esculpida en los sensuales contornos de una bruja arpía. De repente, a medio metro de él, una de las comisuras de sus labios se levantaron en una pequeña sonrisa truculenta al tenerlo acorralado. Observó su uniforme de cazador de demonios con euforia súbita. —A mí no me gustan los animales pero jhmjhmjhm...Voy a jugar contigo... —Caló una bocanada del opio del kiseru (pipa japonesa) elegantemente sostenido entre sus finos dedos y lanzó la nube de adictiva polución a la cara asustada del rubio y es que quería verlo explotar en desesperación.[/code]