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BayasetoMcDiethel · 31-35, M
— POR SUPUESTO QUE NO COMO GENTE! QUIEN DIABLOS COME CARNE CRUDA!?

Alguina vez en su vida para evitar que uno de sus enemigos reviviera hizo arder su cuerpo al punto de cocinarlo y luego se lo comió, pero eso es otra historia.

— Soy alguien con ciertas habilidades, para ustedes los japoneses solo me llaman demonio y los que han comprobado que no lo soy....pasan a llamarme Demonio del este porque de ahí es de donde vengo.
- ¿S-seguro...? ¿No comes gente? - y la duda no se la quitaba nadie, menos en aquel estado casi paranoico en el que ahora estaba.

Había alcanzado a esconderse tras de un árbol donde lograba verle un poco a duras penas, con miedo. No le quitaba los ojos encima por el miedo más que nada y es que las piernas no tardaron en temblarle.

- ¿Demonio del... este? ¿Cómo?
BayasetoMcDiethel · 31-35, M
— LLEVO AL MENOS 15 MINUTOS DICIÉNDOTE QUE NO SOY UN DEMONIO!!... Al menos no de los de este país...

Este se puso en pié, tallando las telas de sus manos con su boca para reir un poco al verle de esa forma tan diferente a hacía unos segundos.

— Hmmm~ así que solo es un estado eh?....Lo diré de nuevo, mi nombre es Bayaseto, soy un aventurero del este al cual ustedes los japoneses ya empezaron a llamar "demonio del este", cual es tu nombre chico?
Una vez el golpe dio en el contrarió y, prácticamente, fue lanzado devuelta al aire, no tardó en caer. El impulso fue tal que sus piernas casi resbalaron, cuando dieron con el suelo. Por suerte cayó en un espacio liso, aunque alejado de aquella criatura.

La postura de pelea que tenía Zenitsu se mantuvo, una pierna más adelantada que la otra, una que apuntaba al contrario y su nichirin, de nuevo, en su vaina. Los dientes los mantenía juntos, pero, cuando sus labios se entreabrieron de ahí salió humo.

El demonio aun no moría, por desgracia del rubio, pero algo pareció cambiar cuando escuchó hablar de alguien conocido. Momento en el que pareció despertar por completo.

- ¿Eh...? - abrió los ojos de golpe, aunque cuando vio al contrario directamente un escalofrío le recorrió - ¡¿Q-q-q-qué eres tú?! - gritó, desquiciado y es que no tardó en correr, alejándose totalmente alarmado - ¡UN DEMONIO! ¡NO ME MATES! ¡NO QUIERO MORIR! ¡NO ME MATES!
BayasetoMcDiethel · 31-35, M
Acababa de hablar de un Hashira como alguien familiar o que conocía, seguido se arodilló mientras en su rostro se veía una mueca de dolor al tener prácticamente las palmas de sus manos cortadas a la mitad, sabía que iba a sanar pero al tratarse de unas de aquellas katanas especiales la herida tardaría más en sanar, mientras que en el caso de un demonio probablemente la hoja hubiese seguido directo y le hubiese asesinado. Con dificultad arrancó algunas telas de las que llevaba encima solo para vendar con firmeza sus manos mientras veía sin hostilidad alguna al joven rubio.

— Me agradas chico, se nota que te has dedicado a entrenar, me recuerdas a cierto muchacho que conocí con la cabeza de un cerdo encima jajajaja...
BayasetoMcDiethel · 31-35, M
— ERES UN PEQUEÑO MUY TERCO!!!

El pelicafé sabía del agujero que sus ¨hermanas¨ dejaban sobre su cabeza y no fué hasta el último momento que extendió sus manos hacia arriba sujetando aquella katana blandida por el joven rubio, la cual había atravesado ciertamente la tela, la armadura y se había detenido al llegar mas profundo casi a sus muñecas, tenía su rostro manchado de la sangre de sus manos mientras sus carmesíes ojos estaban fijos en el joven al tiempo que sus manos tenían sujeto con todas sus fuerzas aquel filo.

Las espadas continuaban girando pero inmediatamente voltearon sus puntas al joven rubio, en una situación normal un demonio en ese momento lo asesinaría, pero el pelicafé lo único que hizo fué empujarle hacia los aires con fuerza y retirar aquellas enormes espadas.

— Debería llevarte a la finca de los insectos... Kochou podría ayudarte con tu técnica y tal vez aprendas unas posturas más además de esa.
Al cerrar su boca y hacer que sus dientes chocaran, solo ese sonido fue lo único que haría él, uno imperceptible en aquellos momentos de lo que ya él tomaba como un conflicto. Volvió, una vez más, a envainar su nichirin, procurando parar unos pasos antes de que fuera dado por lo que apareció junto al chico: cuatro espadas.

- Respiración de rayo. Primera postura. - formuló de nuevo aquella postura, siendo consciente de que debía parar por un momento.

El rubio que se mantenía inconsciente debía plantear como actuar ahora, ver una falla en aquella protección la cual no tardó en sentir. Poco tardó en, seguido de varios impulsos, intentar sobrepasar aquellas espadas al caer, directamente, desde arriba a aquel hombre. Volvía, otra vez más, a blandir su espada.
BayasetoMcDiethel · 31-35, M
El hombre no pudo seguirle con la mirada, no estaba familiarizado con ese estilo y ciertamente, al hace tanto tiempo no entrenar con alguien así de rápido había perdido la costumbre, su instinto le gritaba que desenvainara una de las dos espadas en su cintura, pero este no lo haría por el contrario a su al rededor se hicieron visibles 4 espadas aún mas grandes que su portador flotando a sus espaldas las cuales le rodearon y comenzaron a girar a una velocidad a su al rededor creando una especie de escudo de color violeta mientras aún se preguntaba como hacer entrar enconciencia al joven que solo quería su cuello, tenía si acaso segundos para pensar en algo.

Con ambos ojos cerrados, manteniendo esa postura y sin siquiera prestar atención a lo que decía él fue que se movió rápido. Tal vez sería por su estado que no esperó siquiera a que terminase de decir sus primeras palabras para cuando el rubio ya se hubo movido.

No iba a esperar, ni mucho menos, una sola acción por parte de él, menos aún teniendo en cuenta su naturaleza. El movimiento del menor sería uno que la vista de nadie sería capaz de ver o intuir debido a la destreza de este. Desenvainó su nichirin en menos de un segundo y la blandió en ese mismo momento, buscando realizar un corte lateral y limpio al demonio en su cuello.
BayasetoMcDiethel · 31-35, M
gorgonas comenzó a tomar efecto sobre el rubio, sin dolor, sin olor, como una enfermedad silenciosa sus pies se tornaron de piedra y rápidamente empezaría a subir hasta sus rodillas, en ese punto se detendría, no pretendía asesinar a alguien de esa forma tan cruel y menos a un cazador haciendo su trabajo.

— Respeto lo que haces... pero no estoy aquí para ser masacrado... retira tu postura y permíteme atender tus heridas... ¿Que pensaría tu novia si te viese de esa forma?

Su preocupación era honesta, o al menos así se escuchaba.

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