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La sorpresa de sus actos le hizo retener la respiración. Zareth no sólo era rápida, también era fuerte y lo comprueba por cómo la carga y mueve a su antojo, como a una muñeca.

— Tú eres quien me molesta con peticiones absurdas...

Estaba en calma, su expresión serena y apacible a pesar de tener esa mano en su cuello. No tenía miedo, ni una pizca de temor hacia Zareth.

— Sueltame y te soltaré.
 
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