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— No...

Estiró su mano, sin permiso pero amable acariciándo una de esas marcas con la punta de sus dedos.

— Hermosa.

Apartó la mano, y volvió a insistir en negarse. No le haría cambiar de opinión; la habitación privada de Gregory era un constante mal recuerdo para la rubia. Cualquier cosa que hubiera allí, podía hacerle perder la cordura.

— Allí nací, Zora. Nadie desea volver al vientre materno, es un lugar pequeño y oscuro. Esperaré aquí.
 
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