Vanya comenzó a sentirse mal. La rabia que había reprimido por la invasora nuevamente estaba manifestándose en cada fibra de su ser. Se preguntaba una y otra vez ¿de qué mentira hablaba?
¿Estaba jugando con su paciencia o simplemente se trataba de un malentendido, una mala interpretación de palabras? De cualquier forma, ese repulsivo ser le había ofendido en su cara, en su hogar, haciendo mención a su esposo. No, no había marcha atrás después de ese momento.

Su cuerpo ligero y delgado no reacciona. Sólo sus mejillas parecían dar señales de calor, rojizas, dándole un aspecto vivo y saludable ahora que sentía la amargura.

— Ha pasado tanto tiempo...

Dijo con claridad, dándose la vuelta con un apretón fuerte en el mango del hacha y se encaminó hacia el bosque, con el ladrido ansioso del perro zumbando sus oídos.

— Lo digo por tu difunto marido, le besaba la boca una perra mentirosa que acaba de confesar hace segundos lo que hizo. Ademas de sínica, ya he lidiado con mujeres como tú.

Se cruzó de brazos mirando nuevamente al perro que ladraba detrás de ambas.

— Deberías ir a cortar madera si quieres tu puerta.

Se dió vuelta buscando por el lugar las demás herramientas que le serviría para hacerla nuevamente, había una bolsa larga que tapaba un instrumento grande. Zora lo tomo y lo jalo dejando un halo de polvo, era una máquina de cierra circular para cortar madera pero había una mancha y algo seco allí, parecían viseras.

— ...

Dió pasos hacia atrás sin perder de vista a la rubia.

— ¿En qué miento?

Confusa permanece mirándole. Incluso se toca los labios al alzar su mano acariciandose con el índice. Qué extraña era Zora, pero su comentario le hizo gracia.

— No doy besos en la boca. Entonces no miento, ¿será así? ~

— ¿Aquí es cuando debo agradecerte?

Continuaba con su mirada retativa en los ajenos, le daba igual si le advertía o no, era obvio que en un castillo viejo y abandonado hubiesen cosas extrañas.

— ¿Así como mientes das besos en la boca?

Murmura con una sonrisa cínica y ladina mirandole el rostro y bajando a sus labios.

— Es una acusación un tanto falsa, no llegué a hacerlo.

Responde refiriéndose a su muñeca, sin evitar asomar una media sonrisa de placer por lastimarle. De forma estoica y sin incomodarse, también fijaba sus opacos ojos azules en ella.

— No pretendo que sientas temor por mi. Eres mi invitada, aunque no sea mi elección. Parte de advertirte sobre los peligros del castillo es ser buena anfitriona pero puedes hacer lo que quieras.

A pesar de lo molesta que era aquella mujer aún amenazando, era hermosa. Se sentía desquiciada al pensar en eso, la tenía al frente vociferando su molestia, esa advertencia calmada pero como un perro con ganas de morder al cuello. Zora le mantenía la mirada. Tomo con su mano buena el mango del hacha compartiendo con la ajena, acercó su rostro en el espacio corto entre ambas.

— Me partiste la muñeca, cariño. Si hay Alguien a quien debería temerle es a ti y adivina, eso no está sucediendo.

Podía intercambiar el aire al hablar entre ambos labios, Zora alejo su rostro soltando el mango del hacha sin apartar su mirada de ella.

Balanceando suave el hacha en su mano avanzó con su sofisticado andar. Frente a ella, se inclinó hacia adelante abriendo un poco la boca, sin hablar , en un silencio tenso.

— No tengo miedo a lo que pueda entrar, sino a lo que puede salir.

Susurra sin darle tiempo a emitir palabras.

— Deberías irte.

— ¿De que me hablas, cuál es el misterio en la noche?

Controlaba su mal humor, de verdad el lugar le hacía sentir con rabia ¿Era alguna cosa relacionada con energía y esas estupideces en las que Zora no creía? La platinada era una mujer elegante y respetuosa pero todo estaba atentando con un borde de locura y frenesí que no había experimentado jamás. Sabía que había algo extraño en aquel castillo, algo muy oscuro y tenebroso.

— Quieres la puerta sellada... ¿De que tienes miedo que entre? El castillo está alejado de muchas cosas.

La mirada vaciló entre el hacha a sus pies y la mujer frente a ella. Lo sentía en el pecho, la ansiedad trepadora por hacerle daño; era tan agradable...

— Cortaré la madera por ti.

Se inclinó con lentitud, apretando el mango de madera y luego, le ofreció una tierna sonrisa natural.

— Tú vas a cubrir esa puerta de alguna otra forma mientras tanto. ¿Acaso no sabes lo que pasa por la noche? ¿No tienes un hogar que proteger?

— No eres ciega, hay madera detrás de ti en todo el bosque, árboles.

Con la mano buena que coloca hacia atrás sostiene el papel guardandolo en su bolsillo trasero sin que se percatara aquella mujer. Luego muestra la mano hinchada.

— No puedo armarte la puerta con tu obra de arte.

Merodeo por el lugar dando la espalda suya a la ajena encontrando un hacha mediana, la tomo y volvió a ver a la dama.

— ¿Sabes que significa una muñeca rota? Cortaré tu madera cuando se me mejore.

Lanza el hacha hasta ella frente a sus pies.