—Volteó con rapidez después de dar un respingo, la tira había chocado en su espalda y había dejado una estela de ardor.— ¡Eso fue innecesario, Sally! —como venganza, llevó las manos a la cara de la rubia y le presionó las mejillas con las palmas— ¿Qué hace tu abrigo en el piso? Así son ellos, si descuidas tus cosas no tardarán en dejar sus pelos en ellas. —El muchacho retrocedió, sonriendo con calma— Te presto el mío.

—Le jalonea el tirante desde atrás, hasta soltarlo para que rebote y capte su atención. — Tú mascota dejó sus pelos en mi abrigo. Y tengo frío. —Señaló con su dedo la prenda en el piso y el gato recostado en ella, ronroneando.