—Eso si no ha cambiado nada. Sigo siendo tan patética como siempre—.

Ella le guiña un ojo a ese gesto burlón que le hace. El cariño que sentía por aquellos dos seguía intacto, pero no tenía porque demostrarselos, después de todo no sería aceptado por la manera de ser de ese par.

—Oh, cariño. Por favor, recuérdame que no tengo lugar en este mundo—.

—Cómo tú alguien que sigue buscando ser aceptada.

Emboza una sonrisa, algo burlesca. Sí sabía algo de Zyl, era que pese decirle lo mucho que lo odiaba, en realidad tenía fuerte apego a ellos. Cuando vivieron juntos jamás los corrió.

—Pero llegará un día que quedes sola, completamente. Y yo estaré ahí, para recordarte que no tienes a dónde ir.

En eso tenía razón, era entrometido a más no poder pero eso nunca le había provocado una molestia o disgusto. Todo lo contrario. —No lo he olvidado... Tristemente eso quedó en el pasado. Igual sigues siendo un metido—.

—Te conocí gracias a Dios. —No mentía, a menos no exactamente— Además, no es como sí mi entrometido ser te molestara en el pasado, ¿O acaso olvidaste el trío dinámico que éramos? Bleh.

—¿No me digas? ¿Ahora eres el metiche de Dios?—.

—Dios me llamó. Y dónde quiera que él me pida ir, yo voy.

—Tu vete. Nadie te llamo—.

—Iugh.