—Y gracias a eso que tu llamas común, es que tu y yo tenemos trabajo. Oh si, lo están, pero se puede infiltrar con buenas ideas y disfraces, querido—. Alguna vez le había tocado infiltrarse en una de esas sectas y vaya que era difícil y un tanto perturbador. —Matar contigo siempre es un placer ¿Lo sabías?—.

Se acerca a él y le sonríe para inclinarse y dejar un suave pero delicado beso sobre su frente. —Iré contigo ¿Cuando me necesitas?—.

— ¿De verdad?. Son de los más comunes, los peores es ir en contra de sectas evangélicas estos sujetos están más forrados que una caja fuerte. — Una mala
y perturbadora experiencia se guardaba en su memoria, sin duda esos eran los peores trabajos. — Nadie cuerdo extraña a la basura de la sociedad, pero matemos un ser alabado por el mundo y estaremos en verdader peligro.

Y se tumbó sobre el sofá mirándola de reojo. — ¿Que opinas, vienes?.

—Claro, cualquier hombre cae ante una mujer—. Toma el archivo comenzando a abrirlo y sacando los documentos de su siguiente misión. Vaya... Era algo complicado y que requería de una planeación pero sobre todo que se ejecutara a la perfección o habría muchos problemas. —¿Tu blanco nuevo? Cada vez subes más el nivel, coyote. Me fascina—.

— ¿Y con eso pretendes engatusar a los clientes?. — Y le arrojó un archivo sellado, un nuevo trabajo en conjunto. El objetivo es de los más bajos barrios entre la mafia y las asociaciones policiacas por lo cual tendrían unos cuantos problemas si no se ejecuta como debe de ser.

—No escuché, así que probablemente no lo hiciste con fuerza—. Dice entre risas, pues ya eran varias veces en donde la había visto en escenas de ese tipo. Incluso hizo más poses antes de sentarse sobre la cama. —Acepto uno como este en negro pero no quiero enseñar más. Creo que así es suficiente—.

— Toque la ventana dos veces, pensé que te estabas muriendo. — Ya había profanado el lugar y lo peor es que se burla no del aspecto atractivo, si no de la intención por la cual usaba las prendas. — Te puedo comprar uno mejor, de negro y con más vista a la piel.

—¿Cómo le haces para aparecer siempre en los momentos más inoportunos, Isaac?—. Se cruza de brazos observándolo con los ojos entrecerrados.

— No, así no vas a seducir a nadie. Baila un poco o que se yo. — Ni siquiera sabe porque le está ayudando con esos detalles.