Eso era lo que estaba pensando, mientras el concluye con los preparativos para la cena el baño relajaría el cuerpo de su novia dejando atrás aquello que le había atormentado. — Ve mi vida, no me hagas ir a bañarte yo mismo. — Una vez más beso esos labios , la frente, sus mejillas y con mucha mas razón tomo esas manos besando el dorso de sus dedos.

— Toma tu tiempo, relájate. ¿Quieres que te prepare algunos aceites para un masaje?.

Había recargado la cabeza sobre su espalda mientras sus manos se mantenían quietas sobre su abdomen. Suspira cuando busca tomar sus manos y entrelazar sus dedos; se asomó por su hombro derecho. —Me gusta la atención si viene de ti, corazón—. Cuando la abraza no puede evitar sonreír ampliamente, correspondiendo el beso de su amado. —También te quiero mi vida ¿Está bien si me voy a tomar el baño mientras está lista la cena?—.

Los preparativos estaban hechos, su amada permanece detrás suyo lo que lo hace suspirar y sentir su corazón enternecido. Unió sus manos a aquellas que lo rodean y entrelazó sus dedos, miraba de reojo a su pareja mientras acaricia sus dedos y la comida hierve hasta el punto de cocción indicado para apagar la flama. — Mi novia merece la mejor comida y mucha atención. — Se giró para envolverla cuidando su espalda los separa de la estufa , agachandose besa esos labios con dulzura y después su frente.— Nada que agradecer, te quiero tanto mi vida.

Cada que lo miraba el corazón se le alborotaba, no paraba de latir con rapidez como las alas de un colibrí. Junto a él se sentía en casa, Ulises era su hogar y siempre lo iba a ser. Ella mantenía su atención en las pocas actividades que su escritor le había pedido hacer, agregando un poco de sal y pimienta a la carne; de tanto en tanto dirigía su mirar al hombre que tenía a su lado, pronto el aroma de la salsa y las especias comenzó a llenar el espacio haciéndola suspirar. —Huele delicioso, eres un gran cocinero, amor—. Se pone detrás de él y le abraza dejando las manos sobre su abdomen. —Gracias, mi vida. Te quiero—. Recarga la cabeza sobre la espalda de su amado.

Todo lo que quería lo había encontrado cuando Scarlett apareció en su vida, la forma en que lo mira y como expresa su amor no había ninguna mentira. La miraba de reojo, eran tan hermosa que el aliento se le va y verla cocinar junto a él era gratificante. Tomó las especias y las mezcló en un recipiente, encendió la estufa colocando otro sartén hondo con un poco de aceite y cuando la carne está lista la toma y mezcla todos esos ingredientes, dejando que se cocine mientras lo remueve.

Espera un tiempo antes de dejar que la salsa de tomate se una a la mezcla la cual no deja de batir , unas hojas de laurel agregan aroma y sabor. — Esto estará listo, mientras se cocina y se hornea tendrás tiempo para darte un baño caliente mi amor.

—Me quedaré... No iré a ningún sitio a no ser que sea contigo, Ulises—. La cocina ya le resultaba ligeramente familiar, observaba embobada a su escritor mientras se movía buscando un par de ingredientes y utensilios para preparar la cena.

—De acuerdo, yo la traigo—. Sonrió dulce, dándose la vuelta y caminando al refrigerador; miraba dentro tomando los ingredientes que le había pedido y dejándolos sobre la mesa. Tomó un cuchillo comenzando a cortar la carne, de tanto en tanto lo miraba con un brillo muy notorio en los ojos.

— Hmmm... Puedo con ello, si nunca te vas me harías muy feliz. — Beso su rostro y juntos se adentran a la cocina, buscaba lo necesario en cada cajón al ser su hogar sabe bien donde queda cada cosa y espera que Scarlett sienta esa libertad de sentirse como en la suya, más ahora que estaban juntos.

— Necesitamos la carne, del refrigerador y el queso creo que había una bolsa abierta dentro, un par de huevos también . — Señala, sacando la salsa de tomate y la pasta, aceite de olivo y especias todo en orden sobre la mesa. Ajo, cebolla y pimienta molida, la sal y un recipiente donde la mezcla se añade hasta el final. Busco el abre latas retirando la tapa de la salsa de tomate.

Aún le apenaba la idea de que ese departamento ahora también fuera su hogar, saber que habría alguien esperando a que ella volviera le provocaba un vuelco en el estómago, pero también la hacía sonreír de alegría. Entró primero, pero de inmediato esperó por él mientras cerraba la puerta detrás. —Pero tu siempre me consientes... A este paso no te podrás deshacer de mi—. Ríe un poco arrugando la nariz, un gesto muy común en ella cuando estaba feliz o se estaba divirtiendo, en este caso; eran ambas. Ladeó un poco la cabeza cuando le acarició la mejilla. —¿En que te ayudo?—. Fue detrás de él, pues el hecho de que estuviera cansada no le iba a impedir ayudarlo.

Siempre besaba encima del rostro y esa frente, la cabellera dorada. Por lo menos estaba bien aunque la delicadeza para tratarla perdiste con insistencia, al salir caminan despacio por el largo pasillo hasta el fondo, ese era su espacio personal. Donde ella podía ser ella sin temor a nadie ni a nada, donde pasearse a su gusto y sentir que siempre ha sido su hogar no le causa conflicto. Abrió la puerta y le sonrió.— Está bien, después un largo baño que te voy a consentir cariño. — No podía negarse a esa mirada brillante, ni a nada que ella pidiera. Entraron al apartamento sellando la puerta detrás de ellos, acarició su mejilla y avanzó a la cocina. — Buscaré todo lo que necesitamos.

No hacía tan notorio la felicidad que sentía cuando Ulises la incluía dentro de las palabras "vamos a casa" para ella significaba mucho que considerara su propio hogar como el de ambos, sin duda se le aceleraba el corazón.
Entraron al elevador y como si hubiese leído sus pensamientos, sólo se acercó a él abrazándolo con fuerza, así sabría que estaba bien y que podía tratarla con normalidad. —¿Puedo ayudarte a preparar la cena? No quiero que lo hagas todo tu solo—. Lo besó debajo del mentón mientras le hacía ojitos a ver si caía.