[code]La voz del pelirojo no sonó especialmente cortez ni mucho menos romántica, pero tan dulce, cándida y servicial Yui irremediablemente le obedecio caminando hasta el sofá donde reposaba Ayato. Le escrutó llena de curiosidad sintiendo ternura por él, su bravocuneria siempre sería un maquillaje para esconder su soledad. No reclamó a su dictamen sobre lo que haría si se topaba con el huésped kitsune. Además, ella ya le había advertido sobre lo peligroso y amenazante que podría resultar la rivalidad con un vampiro.
Ayato-Kun...¿Me odias?
Se inclinó espontaneamente hacia él, tan divina con sus bucles rubios irradiando luz a su celestial semblante, sus labios pétalos rosas se desgajaron suaves y tersos, tocándole como una buena niña muy suavemente del hombro.